Zumbido en la cancha: las abejas que detuvieron el fútbol en Envigado

Corría el minuto 53 del partido entre Envigado y Millonarios, en plena Copa Colombia, cuando el juego dejó de ser fútbol para convertirse en una escena surrealista. Un enjambre de abejas invadió el estadio Polideportivo Sur, obligando a los jugadores a lanzarse al suelo o correr despavoridos hacia los camerinos. El árbitro, visiblemente desconcertado, suspendió el encuentro. La escena, transmitida en vivo, se viralizó de inmediato: once hombres en el suelo, no por una falta, sino por un enemigo mucho más pequeño y feroz.

Este no es el primer episodio de su tipo en el Valle de Aburrá, y seguramente no será el último. La región, rica en biodiversidad, alberga alrededor de 80 especies de abejas nativas que conviven —casi invisibles— con la cotidianidad urbana. Sin embargo, ciertos factores estacionales, como el paso de lluvias intensas a días de calor, generan condiciones propicias para lo que los expertos llaman “enjambrazón”: el desplazamiento masivo de abejas en busca de un nuevo hogar. Y en ese trance, cualquier cancha, jardín o techo puede parecer el lugar ideal.

El Área Metropolitana del Valle de Aburrá ha insistido en que convivimos con una gran diversidad de polinizadores, y que muchos de ellos son inofensivos si no se sienten amenazados. Pero la desinformación, el miedo y las reacciones humanas suelen ser el desencadenante de episodios peligrosos. Las abejas, en enjambrazón, no tienen un comportamiento defensivo, a menos que sean provocadas por ruido, vibración o movimientos bruscos. De ahí la importancia de saber actuar con calma, incluso en medio del caos, como lo hicieron —con notable instinto de supervivencia— los jugadores de Envigado y Millonarios.

La especie más temida es la abeja africanizada, reconocible por sus franjas amarillas y negras, y famosa por sus ataques masivos cuando percibe peligro. No todas las abejas pican. No todas son agresivas. Pero identificar cuál especie es cuál no es tarea del ciudadano común. Por eso, las autoridades recomiendan que, ante la presencia de un enjambre, se llame de inmediato a la línea 123. Incluso, una fotografía enviada a esa línea puede ser clave para determinar la gravedad del caso y activar los protocolos necesarios.

Más allá del susto, este tipo de incidentes debería ser una oportunidad para repensar nuestra relación con la naturaleza urbana. Las abejas, tan esenciales para la polinización y el equilibrio ecológico, son víctimas de una convivencia forzada con el concreto y el ruido. No invaden nuestro espacio: simplemente sobrevuelan lo que una vez fue suyo. Y si bien las reacciones humanas —como detener un partido de fútbol— son comprensibles, también deberían venir acompañadas de pedagogía y prevención.

En este caso, afortunadamente, no hubo heridos. Ni jugadores ni árbitros fueron picados, gracias a que se actuó con cautela. La suspensión fue prudente. La espera, necesaria. El regreso al campo, seguro. Pero el mensaje permanece zumbando en el aire: las abejas no son intrusas, son habitantes. Y si no aprendemos a coexistir, seguiremos tropezando —y cayendo al césped— ante su silenciosa presencia.

Que este episodio sirva para más que un meme viral. Que se convierte en lección para quienes legislan, planean ciudades o simplemente viven en ellas. Porque el zumbido de una abeja, aunque breve, también puede interrumpir el bullicio de los estadios y recordarnos que el juego más importante sigue siendo el de la convivencia con la vida que aún habita entre nosotros.

Deportes