Volvemos la Selección Colombia goleó a Bolivia y regresa al Mundial con una fiesta inolvidable en Barranquilla

La noche del 5 de septiembre en el estadio Metropolitano no fue solo una jornada de fútbol: fue una ceremonia de redención, un ritual colectivo de fe y memoria. Colombia, que venía herida por la ausencia en Catar 2022 y tambaleante tras una racha de seis partidos sin victoria, resurgió con autoridad y venció 3-0 a Bolivia para sellar su clasificación al Mundial de Norteamérica 2026. Los goles de James Rodríguez, Jhon Córdoba y Juan Fernando Quintero no solo significaron puntos: fueron bálsamos sobre una herida abierta y una promesa de futuro renovado.

Desde horas antes del pitazo inicial, Barranquilla latía al ritmo de la ilusión. Las camisetas amarillas teñían las calles como un presagio de lo que vendría. El equipo de Néstor Lorenzo sabía que el espectáculo era secundario: lo fundamental era ganar. El pasado reciente había sembrado dudas, pero la historia y el orgullo empujaban. Y aunque el gol tardó en llegar, el pueblo nunca dejó de creer. Hasta que al minuto 30, James —ese jugador de partidos grandes— se reencontró con su zurda gloriosa y con la red, luego de una asistencia medida de Santiago Arias. Fue el gol del alivio, el que sacudió los miedos y desató la primera ovación de muchos.

La segunda mitad trajo incertidumbre. Bolivia, sin nada que perder, se adelantó con valentía y sembró nervios en la defensa colombiana. El Metropolitano se tensó, y entonces apareció la mano del técnico. Los ingresos de Juan Fernando Quintero y Jaminton Campaz oxigenaron el mediocampo y le devolvieron el pulso al equipo. James, con molestias físicas, dejó el campo entre aplausos, cediendo el testigo a un Juanfer inspirado. La pelota volvió a ser nuestra. El ritmo, también.

Y con ese nuevo aire, al minuto 74, Jhon Córdoba selló su cita con la historia. Un remate cruzado y certero que puso el 2-0 y desató una nueva ola de júbilo en las graderías. El estadio coreó entonces un nombre de vieja data: Dayro Moreno. Como si el hincha quisiera agradecer con memoria. El técnico respondió al llamado popular, lo mandó al campo, y la tribuna lo abrazó con la voz. Era una fiesta con invitados del pasado, del presente y del porvenir.

La guinda del pastel llegó con una jugada que retrató lo que es el fútbol cuando se juega con alegría. Luis Díaz, en la banda izquierda, tejió una fantasía, se quitó a su marca y le entregó el gol a Juanfer Quintero. El antioqueño, como si aún jugara en el patio del colegio, definió con el alma tranquila y el talento intacto. El 3-0 fue definitivo, pero también simbólico: cerró un ciclo de dudas y abrió una nueva etapa de confianza.

En las tribunas, la gente lloraba, reía, se abrazaba. No era solo por el triunfo, ni por la clasificación. Era por volver a sentir ese orgullo que tantas veces nos ha hecho vibrar. Barranquilla se convirtió en una sola voz, un solo tambor, una sola bandera. La Selección, esa que había estado extraviada, volvía a casa, volvía al Mundial, volvía al corazón de millones.

Ahora, con el boleto en la mano y el alma encendida, Colombia puede mirar al futuro con otros ojos. La clasificación no es un punto final, sino un nuevo comienzo. Porque en este país que sufre y celebra con la misma intensidad, el fútbol sigue siendo ese espacio donde todo es posible, donde cada gol es un poema y cada victoria una fiesta nacional. ¡Volvemos! Y lo hacemos bailando.

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