En el aire cálido de Chile, donde se disputa el Mundial Sub-20, dos selecciones ya se han elevado por encima del resto: Argentina y Marruecos sellaron su clasificación a los octavos de final y lo hicieron con autoridad, con goles y con una convicción que empieza a perfilar candidatos. Mientras tanto, Brasil —históricamente dueño del espectáculo— tambalea y se juega su destino en la última jornada.
Argentina no dejó dudas. Este miércoles arrolló 4-1 a Australia, un resultado que no solo le aseguró el boleto a la siguiente ronda, sino que reafirmó su lugar como uno de los equipos más sólidos del torneo. La Albiceleste desplegó su fútbol con la familiar mezcla de garra y talento que ha definido su historia, ante un rival que apenas pudo resistir el vendaval.
Pero la verdadera sorpresa del día la dio Marruecos. En un grupo que muchos describen como “de la muerte”, compartido con Brasil, España y México, los Leones del Atlas vencieron con jerarquía 2-0 a la Canarinha. Una tijera precisa de Othmane Maamma al minuto 60 y un remate letal de Yassir Zabiri en el 76 dejaron a los sudamericanos desconcertados y al continente africano celebrando una clasificación que, más que histórica, fue contundente.
“Lo nuestro es la unión. Somos un equipo todo el tiempo y lo demostramos una vez más”, dijo el arquero marroquí Yanis Benchaouch tras el partido. Su voz, tranquila pero firme, contrasta con la tensión que ahora embarga a Brasil, que deberá jugarse la vida ante España en la última fecha, mientras hace cuentas y mira de reojo lo que pueda hacer México ante Marruecos.
Brasil, que solo suma un punto, ya no depende de sí mismo. Necesita ganar y esperar que México no derrote a Marruecos, o aferrarse a la tabla de los mejores terceros. Es una situación incómoda para una selección acostumbrada a protagonizar, no a sobrevivir. “Cuando no defines, le das vida al rival”, admitió su técnico Ramón Menezes, visiblemente frustrado tras el silbatazo final.
La derrota no solo expuso debilidades tácticas, sino una falta de claridad en los momentos decisivos. Brasil tuvo ocasiones, sí, pero las dejó escapar. Y en el fútbol de élite, el perdón se paga caro. La generación dorada que se esperaba ver aún no aparece, y el tiempo se agota.
Mientras tanto, Argentina y Marruecos ya piensan en lo que viene. Volaron alto en una jornada que deja lecciones para todos: el fútbol no se gana con historia, sino con ideas claras, corazones sincronizados y una convicción que no se negocia. El Mundial Sub-20 apenas comienza a decantar sus protagonistas, y estos dos nombres ya están grabados en el radar de quienes miran más allá del resultado.