Volantes en el cielo: la maniobra psicológica que Washington tuvo sobre la mesa

En los corredores reservados del poder en Washington, un plan inusual estuvo a punto de cobrar vida: inundar los cielos de Caracas con volantes lanzados desde aeronaves militares estadounidenses. La estrategia, revelada por The Washington Post, buscaba ejercer presión psicológica directa sobre Nicolás Maduro en un gesto tan simbólico como provocador. La idea, casi cinematográfica, consistía en difundir mensajes con la recompensa ofrecida por la captura del mandatario venezolano.

Según fuentes consultadas por el diario, la propuesta pretendía ejecutarse en una fecha escogida con intencionalidad: el cumpleaños del propio Maduro. La sincronía no era casual. Para los estrategas del Gobierno Trump, el impacto emocional era tan importante como el mensaje político. Un recordatorio desde el aire, dirigido no solo al líder del régimen, sino también a quienes lo rodean.

Aunque el plan no alcanzó la aprobación definitiva, su sola consideración evidencia el tono de confrontación que caracterizó la postura de Washington desde los primeros años de Trump. Más que un gesto intimidatorio, la iniciativa representaba una escalada en la campaña de presión que busca, desde hace años, erosionar la legitimidad y el poder de Maduro.

El contenido de los volantes —según lo filtrado— habría destacado la recompensa millonaria por la captura del mandatario, procesado por cargos de narcotráfico en Estados Unidos. No era un mensaje nuevo, pero sí una forma profundamente distinta de irradiarlo: desde el cielo, sobre la capital venezolana, con la clara intención de desestabilizar a un régimen acostumbrado a blindarse ante cualquier señal exterior.

Este episodio se conecta con operaciones más amplias desplegadas desde septiembre por Washington. Barcos de guerra, efectivos militares y una mayor presencia en el Caribe han sido parte de una estrategia que, oficialmente, apunta a combatir organizaciones señaladas por narcotráfico. Según cifras de la administración, estas acciones han resultado en la muerte de más de 80 presuntos delincuentes.

Sin embargo, esa ofensiva no ha estado exenta de polémicas internas. Funcionarios y asesores han debatido sobre la legalidad de los ataques, especialmente porque se han dirigido —como subraya el Post— contra individuos catalogados como “criminales” y no como combatientes enemigos, una distinción clave en términos de derecho internacional.

La fricción se intensifica al observar que la campaña antinarcóticos se entrelaza con objetivos políticos. Mientras Washington insiste en que su prioridad es cortar las rutas del tráfico ilícito, voces críticas dentro de la propia administración reconocen que las operaciones también funcionan como palanca contra el régimen venezolano.

Aunque los volantes nunca llegaron a surcar el cielo caraqueño, el simple hecho de que la idea estuviera en consideración retrata el clima de tensión y las tácticas de presión que siguen marcando la relación entre Estados Unidos y Venezuela. En la diplomacia contemporánea, los gestos simbólicos pueden tener un peso tan contundente como los movimientos militares. Y, en este caso, un papel arrojado desde el cielo pudo haber sido mucho más que un simple mensaje: un recordatorio de que la confrontación, aunque silenciosa, sigue en curso.

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