Un antiguo desencuentro que parecía superado volvió a irrumpir en el escenario político colombiano, esta vez en el corazón del gabinete presidencial. La tensión entre Eduardo Montealegre, ministro de Justicia, y Armando Benedetti, ministro del Interior, quedó al descubierto tras la filtración de un chat ministerial en el que ambos cruzaron señalamientos, dejando entrever una animadversión que, según sus propios protagonistas, se remonta a sus años de servicio público en otras esferas del poder.
La controversia, que rápidamente escaló en los medios, habría comenzado años atrás, cuando Montealegre ejercía como fiscal general de la Nación entre 2012 y 2016. En diálogo con Blu Radio, el ahora jefe de la cartera de Justicia afirmó que Benedetti ya había demostrado un comportamiento hostil hacia él desde aquellos días, recordando un enfrentamiento en el programa Hora 20, de Caracol Radio, que marcó el quiebre definitivo en su relación personal y profesional.
“Me cuestioné éticamente al aire. Lo llamé de inmediato y le dije lo que pensaba: que era un delincuente. Ahí terminó la cordialidad que habíamos tenido cuando yo era magistrado de la Corte Constitucional”, narró Montealegre. La revelación no sólo ofrece contexto a la reciente disputa, sino que sugiere que, más que un impasse coyuntural, se trata de un conflicto larvado por años.
El chat ministerial filtrado —en el que Benedetti habría calificado de “tibios” a sus colegas— fue el detonante de la última confrontación. Montealegre aseguró que, aunque optó inicialmente por la prudencia, la situación se deterioró cuando Angie Velásquez, secretaria del Dapre, intervino para respaldar al ministro del Interior. “Ahí fue Troya. Me molesté muchísimo”, confesó el ministro de Justicia.
La acusación más inquietante vino después: según Montealegre, Benedetti mantiene un discurso público agresivo, mientras en privado adopta una actitud completamente distinta. “Nos atacaba en grupo, pero luego me enviaba felicitaciones por privado. Esa duplicidad es inaceptable en un ministro del Interior”, declaró, insinuando un problema de coherencia ética que, en su opinión, trasciende lo personal y afecta el funcionamiento del gabinete.
Este episodio ha puesto en evidencia una fisura en el equipo de gobierno que, aunque no es nueva, ahora adquiere una dimensión pública en un momento políticamente sensible. El presidente no se ha pronunciado oficialmente, pero la opinión pública ya exige claridad sobre los límites del disenso interno y la responsabilidad que implica representar a un Estado en tiempos de inestabilidad institucional.
En medio de esta disputa de egos, ideologías y viejas cuentas, el país observa cómo se reeditan conflictos del pasado en escenarios donde se espera liderazgo y unidad. Montealegre y Benedetti, ambos curtidos en la política y el poder, vuelven a encontrarse —esta vez desde ministerios clave— en una pugna que, más allá de lo anecdótico, expone las grietas de una coalición donde las tensiones personales se cuelan por las rendijas del deber público.