La escena parece sacada de una novela de realismo trágico colombiano, pero ocurrió en la vida real: el esquema de seguridad del expresidente Álvaro Uribe Vélez tuvo que intervenir en un operativo policial en Rionegro, Antioquia, para rescatar a dos trabajadores secuestrados y torturados dentro de una finca que, según la investigación, pertenece a la cantante Greeicy Rendón y su pareja, el artista Mike Bahía. Lo que comenzó como una alerta por retención ilegal terminó como un hecho judicial de proporciones insólitas, con uno de los protagonistas indirectos más inesperados de la política reciente.El caso se remonta a la noche del 8 de marzo de 2023. La estación de Policía de Llanogrande recibió una denuncia sobre un presunto secuestro en la exclusiva zona rural de Rionegro, un sector donde conviven propiedades de celebridades, empresarios y figuras de la vida pública. Cuando los patrulleros llegaron a la finca señalada, lo que hallaron fue una situación alarmante: hombres con fusiles y mayor poder de fuego los recibieron, impidiéndoles el avance. Superados en número y en capacidad armamentística, los uniformados pidieron refuerzos.Fue entonces cuando ocurrió lo impensado. El refuerzo más cercano no fue otro pelotón policial, sino el equipo de seguridad privada del expresidente Álvaro Uribe, cuya finca colinda con la de la artista. Los escoltas, entrenados para proteger a un exjefe de Estado, saltaron literalmente la cerca que divide las propiedades y, junto con unidades del Grupo de Operaciones Especiales (Goes), ingresaron a la finca para asistir a los agentes y liberar a los trabajadores retenidos. En el relato de uno de los patrulleros, conocido por la revista Semana, queda claro el nivel de tensión que vivieron: “Al saber que había personal con armamento largo y en mayor número, pedimos apoyo. Llegó el esquema del presidente Uribe y el Goes. Con ellos logramos rescatar a las víctimas «.Lo que hallaron fue espeluznante: dos empleados sometidos, amarrados y visiblemente golpeados, retenidos durante horas bajo la acusación de haber robado una caja fuerte con varios millones de pesos. Según la Fiscalía, la voz que ordenó la retención y presuntamente coordinó las agresiones habría sido la de Luis Alberto Rendón, padre de la cantante Greeicy Rendón. El ente acusador le imputó como presunto determinador del secuestro y las torturas, cargo que él ha negado, pero que hoy lo tiene vinculado formalmente a un proceso penal.Este hecho reabre una discusión que nunca termina de cerrarse en Colombia: la del poder privado actuando en los márgenes de lo legal, en territorios donde las jerarquías informales y la capacidad de fuego definen el curso de la justicia. ¿Cómo explicar que en un sector de residencias de lujo, dos trabajadores sean torturados sin que nadie intervenga hasta que la situación llega al borde del colapso? ¿Y qué dice del Estado que sea la seguridad de un expresidente la que tenga que respaldar un operativo policial?El entorno en el que ocurrió el hecho añade un matiz de ironía geográfica: Llanogrande, símbolo del retiro exclusivo, del descanso de los poderosos, se convirtió por una noche en el escenario de una operación que parecía más propia de las montañas del conflicto armado que de un vecindario de artistas y ex presidentes. Las imágenes no trascendieron a la opinión pública en el momento, pero el expediente judicial ahora revela un episodio oscuro, con implicaciones personales, legales y políticas.Ni Greeicy Rendón ni Mike Bahía han hecho pronunciamientos públicos sobre los hechos, aunque su nombre aparece en el expediente como propietarios del predio. La Fiscalía, por su parte, avanza en el proceso contra Luis Alberto Rendón, cuyo papel como presunto determinador está sustentado, según el ente, en testimonios de las víctimas y material probatorio recopilado durante la investigación.Este caso, tan extraño como revelador, muestra cómo los hilos del poder, el espectáculo, la justicia y la violencia siguen cruzándose en la Colombia profunda. El nombre de Álvaro Uribe —que aquí no fue protagonista político, sino un vecino con escoltas entrenados— aparece no como parte del problema, sino del operativo. Pero la verdadera pregunta no es quién ayudó a resolver la situación, sino cómo fue posible que, en una zona de vigilancia constante y propiedades millonarias, el horror se instalará sin que nadie lo detuviera a tiempo.
