Un país en búsqueda: la sorprendente avalancha de aspirantes rumbo a 2026

La política colombiana vuelve a ofrecer un espejo inquietante de sí misma: un país donde sobran aspirantes, pero escasean liderazgos reconocibles. La Registraduría confirmó que 91 grupos significativos de ciudadanos ya iniciaron recolección de firmas para impulsar precandidaturas presidenciales de cara a 2026, una cifra que rompe todos los registros y que multiplica las preguntas sobre el momento político que atraviesa el país.

Entre los nombres y movimientos inscritos hay de todo: desde colectivos que se autodenominan “Seres de luz” hasta otros llamados “Al borde del abismo”, “Juego limpio” o “Rosas unidas”. La creatividad —o la desesperación— parece haberse desbordado en esta primera etapa electoral, donde los sellos y las consignas pesan más que los rostros que las encabezan.

El aumento es tan marcado que no admite ambigüedades: en menos de cuatro años, la recolección de firmas para aspirar a la Presidencia creció un 75 %, según lo reveló la entidad electoral. En 2022 se inscribieron 52 grupos; hoy, con varios meses aún por delante, la cifra ya se disparó a 91.

Esta explosión de precandidaturas evidencia un fenómeno doble. Por un lado, el atractivo que ofrece la vía ciudadana como alternativa a los partidos tradicionales, debilitados por escándalos, fracturas internas y pérdida de confianza. Por el otro, la percepción extendida de que cualquier figura —con o sin trayectoria— puede intentar hacerse un espacio en el espectro político nacional.

Pero la abundancia no necesariamente implica solidez. Lo que para algunos es una expresión de vitalidad democrática, para otros es la prueba más clara de una crisis de representación sin precedentes. ¿Cómo explicar que tantos quieran ser candidatos y tan pocos logren trascender en la conversación pública?

Las listas divulgadas muestran, además, un mosaico de movimientos que buscan captar descontentos específicos: iniciativas ambientales, colectivos religiosos, propuestas de corte comunitario e incluso plataformas que parecen haber surgido de un impulso emocional más que de un proyecto nacional articulado.

Mientras tanto, el ciudadano de a pie observa un panorama saturado, donde cada día aparecen nuevos nombres sin que logren diferenciarse. El riesgo es evidente: que la proliferación de aspirantes termine diluyendo la seriedad del debate electoral y favoreciendo discursos más ruidosos que consistentes.

Con este récord histórico, el preludio de la campaña presidencial abre un interrogante mayor: ¿está Colombia frente a un auténtico despertar cívico o ante la señal más clara de que sus liderazgos se han fragmentado al punto de la dispersión total? La respuesta, como siempre, llegará en las urnas, pero la magnitud del fenómeno ya marca un antes y un después en la política reciente.

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