Como cada viernes, las calles de Medellín y de los municipios vecinos del Valle de Aburrá se preparan para una danza contenida, una coreografía obligada entre motores, semáforos y el reloj. La medida de pico y placa, que por años ha buscado aliviar el tránsito en esta convulsa región montañosa, vuelve a trazar su línea divisoria sobre el asfalto. Y hoy, viernes, la señal es clara: los vehículos con placas terminadas en 0 y 6 deberán esperar, hacer una pausa.
No se trata solo de una norma técnica o un asunto burocrático. El pico y placa es, para muchos ciudadanos, un factor que redefine el ritmo de sus jornadas. Afecta decisiones mínimas y trascendentales por igual: a qué hora salir, qué ruta tomar, si es preferible usar el metro, una bicicleta o, incluso, caminar. En Medellín, donde el carro aún es símbolo de autonomía y, a veces, de necesidad, esta restricción transforma la ciudad de adentro hacia afuera.
Hoy, entonces, no podrán circular los carros particulares cuyas placas finalicen en 0 y 6. La norma, por supuesto, no se limita a los automóviles. También pesa sobre las motocicletas, tanto de dos como de cuatro tiempos. En su caso, la prohibición recae sobre las placas que inicien con esos mismos dígitos. Una sincronía numérica que pretende reducir el flujo y, con él, los niveles de contaminación y caos vehicular.
La medida aplica con el mismo rigor en Medellín como en los otros nueve municipios que conforman el Área Metropolitana del Valle de Aburrá: Itagüí, Envigado, Bello, Sabaneta, La Estrella, Copacabana, Girardota, Barbosa y Caldas. Esta red urbana, unificada en muchos aspectos pero diversa en sus dinámicas internas, intenta funcionar como una sola entidad cuando de movilidad se trata. Y esa unidad, aunque desafiante, es clave.
Para muchos, el pico y placa es un mal menor; para otros, una trampa diaria. Quien no planifica, paga con tiempo o con sanción. La autoridad de tránsito lo ha reiterado con insistencia: la infracción a esta norma puede acarrear comparendos significativos y la inmovilización del vehículo. No hay lugar para la improvisación. Lo que sí hay es una invitación, tal vez tácita, a repensar cómo nos movemos por esta ciudad viva pero congestionada.
Mientras tanto, la conversación continúa. ¿Debe mantenerse el pico y placa tal como está? ¿Es momento de transitar hacia medidas más estructurales? Algunos expertos han planteado la necesidad de incentivar de forma más decidida el transporte público, o de apostar por ciudades más caminables. Lo cierto es que, por ahora, el sistema sigue siendo un intento de contención: un dique frente a una movilidad que crece sin freno.
Así que, si usted es uno de los ciudadanos con placas en 0 o 6, y tiene pensado salir este viernes en su vehículo, piense dos veces. No solo para evitar una multa, sino para entender que, en esta ciudad de pendientes y congestiones, cada quien juega un papel en la coreografía urbana. Y a veces, el mejor movimiento es saber cuándo no moverse.