El asesinato del general ruso Igor Kirillov, ocurrido este martes 17 de diciembre en Moscú, ha sido confirmado como una “operación especial” llevada a cabo por el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU). Así lo aseguró una fuente anónima del organismo a la agencia estatal de noticias ucraniana Ukrinform, en medio de la creciente tensión entre ambos países.
Kirillov, considerado el oficial de más alto rango del ejército ruso en ser atacado dentro de territorio ruso, murió junto a su asistente tras la explosión de un artefacto explosivo adosado a un scooter frente a un edificio residencial en el sureste de la capital. La operación ha sacudido las estructuras de seguridad de Moscú y encendido alarmas en el Kremlin.
Según el informante del SBU, Kirillov era un “criminal de guerra” y, por lo tanto, un objetivo legítimo. El alto mando militar había sido acusado de ordenar el uso de armas químicas prohibidas contra el ejército ucraniano, lo que lo convirtió en blanco de una investigación formal por parte de las autoridades ucranianas.
El atentado se produce un día después de que Kirillov fuera acusado en rebeldía por el SBU por presuntos crímenes de guerra, en un contexto donde su figura ya era cuestionada a nivel internacional. En octubre, el Reino Unido lo incluyó en su lista de sancionados por el uso de armas químicas durante el conflicto en Ucrania.
Este ataque marca un nuevo capítulo en la guerra, llevando la confrontación directa a suelo ruso y dejando en evidencia la capacidad operativa de las fuerzas ucranianas. La muerte del general también supone un golpe estratégico y simbólico para Rusia, cuyo gobierno aún no ha emitido declaraciones oficiales sobre el atentado