Tobias Moi: el eco colombiano en la camiseta noruega

A veces, la identidad no se mide por la lengua que se habla ni por las canciones que se recuerdan. En el caso del joven futbolista Tobias Saliou Moi Séne, lateral derecho de la selección sub-20 de Noruega, la conexión con Colombia no pasa por los estereotipos tropicales que suelen exportarse desde este lado del mundo. No ha probado una arepa, no ha pisado Medellín, no distingue entre una cumbia y un porro. Pero asegura, con la serenidad de quien ha meditado sus raíces, que lleva a Colombia en la sangre.

Nació en Noruega el 3 de marzo de 2006, país en el que ha forjado su carrera deportiva y donde hoy milita, a préstamo, en el Åsane Fotball, equipo de la segunda división. Sin embargo, su árbol genealógico tiene ramas que se extienden lejos del frío escandinavo. Su padre es originario de Senegal, y su madre —la pieza clave de esta historia— nació en Medellín, aunque fue adoptada desde muy pequeña por una familia noruega. Esa mujer, que salió de Colombia siendo apenas una niña, es el hilo que une a Tobias con un país que aún no conoce, pero que, según él mismo dice, “vive en su interior”.

“Yo soy 50% colombiano. Mi madre es de Colombia, de Medellín. Ella es adoptada de Colombia, así que ahora juego para Noruega, pero tengo algo de colombiano en la sangre”, dijo el jugador en un video publicado por el medio deportivo Sports Fans, de Cali. Lo dijo en inglés, con acento nórdico, pero con una convicción que no necesita traducción. En medio del Mundial Sub-20 que se disputa en Chile, justo antes de enfrentar a la selección Colombia, el joven Moi dejó en claro que su historia personal desafía los mapas y las banderas.

Para muchos, ser colombiano es bailar al ritmo de Karol G o corear las letras de Ferxxo. Para otros, es sentirse identificado con el sabor inconfundible de una empanada de iglesia o con los aguaceros repentinos de Bogotá. Pero hay quienes, como Tobias, llevan la nacionalidad como un misterio familiar, como una herencia intangible que no necesita pasaporte ni himno para ser reconocida. En su caso, la identidad no es un documento, sino un vínculo afectivo que nació antes que él.

Lo paradójico es que Moi jamás ha estado en Colombia, ni siquiera de visita. Su conexión con el país es silenciosa, casi espiritual. A diferencia de otros jugadores que hacen del fútbol un pasaporte hacia la globalización, Tobias parece representar ese otro lado del deporte: el que permite reencontrarse con lo propio a través de los orígenes, incluso si esos orígenes fueron desplazados por la historia, como sucede con tantos niños adoptados de América Latina.

Este jueves, cuando Colombia y Noruega se enfrenten en la segunda fecha del Mundial sub-20 en Chile, habrá algo más en juego que los tres puntos. En la banda derecha, vistiendo los colores de Noruega, estará un joven que, sin buscarlo, simboliza la forma en que el mundo se entrelaza en tiempos de migración y diásporas. No será un duelo entre desconocidos: al menos uno de los jugadores rivales sentirá, al enfrentar a Colombia, que también está jugando contra una parte de sí mismo.

Tobias Moi no necesita entender español para saber lo que significa ser colombiano. Lo suyo no es una declaración de moda ni una apropiación cultural: es una forma de honrar una raíz que, aunque le fue transmitida de forma indirecta, crece con fuerza en su interior. En un mundo cada vez más ansioso por definir quién es “de aquí” y quién no, historias como la suya nos recuerdan que la identidad, como el fútbol, a veces se juega en terrenos mucho más amplios que los que marcan las líneas de cal.

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