Una vez más, la violencia irrumpió en el corazón de la geografía antioqueña. La noche del miércoles, un bus de la empresa Expreso Brasilia fue atacado a tiros mientras transitaba por el kilómetro 12 de la vía que conecta a Valdivia con Tarazá, en un paraje conocido como La Paulina, a la altura del corregimiento de Puerto Valdivia. En medio del estruendo metálico de las balas, dos personas —un conductor y un pasajero— resultaron heridas y fueron trasladadas de urgencia a un centro asistencial cercano. Hoy, el eco de esos disparos sigue resonando entre los árboles del Bajo Cauca.
El reloj marcaba las 10:15 de la noche cuando el rugido del motor del bus fue opacado por ráfagas de fusil. Los videos, tomados por testigos que se vieron obligados a presenciar el horror, dan cuenta de la angustia: gritos, luces intermitentes, cuerpos agachados en busca de protección. No se trata de una escena de película, sino del regreso brutal de la guerra a una región que aún guarda cicatrices abiertas de pasados enfrentamientos.
Las autoridades reaccionaron con rapidez: tropas del Ejército y unidades de la Policía Nacional llegaron al sitio para asegurar la zona y suspender el tránsito vehicular. Durante la madrugada, la vía permaneció cerrada mientras se intentaba establecer la magnitud del ataque y se inspeccionaba el área ante la posible presencia de explosivos. Las luces de las patrullas iluminaban el pavimento, pero no lograban despejar del todo la sombra del miedo.
El gobernador de Antioquia, Andrés Julián Rendón, ofreció declaraciones en la mañana del jueves. Confirmó que tanto el conductor como el pasajero herido se encontraban fuera de peligro, pero no ocultó la gravedad del hecho. «Estamos en máxima alerta», dijo, y advirtió sobre la posibilidad de que los atacantes hayan dejado un artefacto explosivo en la zona, lo que mantiene tensas a las autoridades y a la comunidad.
Aunque los móviles del ataque aún no han sido esclarecidos, se presume la participación de estructuras armadas ilegales que operan en esa región del país, donde confluyen intereses del narcotráfico y la minería ilegal. Valdivia, como otras poblaciones del norte antioqueño, ha sido históricamente un corredor estratégico y, por tanto, un blanco recurrente de acciones violentas.
El atentado contra el bus de Expreso Brasilia revive viejos temores. No es solo un ataque a un vehículo, sino a la confianza de los viajeros que día tras día cruzan esa ruta con la esperanza de llegar sanos y salvos a sus destinos. Es un recordatorio lacerante de que, a pesar de los esfuerzos institucionales y los discursos de paz, en muchas zonas de Colombia la tranquilidad es todavía una promesa pendiente.
Hoy, mientras las autoridades investigan, mientras los heridos se recuperan y mientras la vía se abre lentamente, el país vuelve a hacerse la misma pregunta: ¿hasta cuándo tendremos que contar muertos y heridos para entender que sin seguridad no hay libertad posible?