En la noche del domingo 10 de agosto, cuando la calma de las ciudades del suroccidente colombiano apenas se asentaba tras la jornada dominical, un sacudón sísmico recordó la fuerza incontrolable de la naturaleza. A las 7:16 p.m., un temblor de magnitud 4,9 estremeció el subsuelo del Valle del Cauca y el Eje Cafetero, haciendo vibrar ventanas, colgar lámparas y corazones en ciudades como Cali, Manizales y Pereira. El epicentro, según confirmó el Servicio Geológico Colombiano (SGC), se localizó en el municipio de El Dovio, a una profundidad de 131 kilómetros.
A pesar de su potencia, la profundidad del movimiento —considerada intermedia— jugó a favor de la tranquilidad: aunque se sintió en una amplia zona del país, no provocó afectaciones estructurales significativas. Esa distancia con la superficie, señalan los expertos, suele dispersar la energía y disminuir los riesgos de colapsos o deslizamientos. Sin embargo, los habitantes de varias regiones no pudieron evitar el sobresalto. El movimiento fue descrito como corto pero intenso, suficiente para interrumpir conversaciones, cenas y rutinas familiares.
En redes sociales, los reportes llegaron casi de inmediato: usuarios en Pereira narraban cómo los vidrios vibraron brevemente; en Manizales, algunos evacuaron sus edificios por precaución. En Cali, donde la memoria sísmica aún conserva otros episodios, muchos salieron a las calles buscando información. En Buenaventura y los municipios del norte del Valle, el fenómeno también se percibió, reforzando la percepción de una sacudida extensa, aunque fugaz.
Las autoridades locales y organismos de gestión del riesgo activaron sus protocolos preventivos, realizando monitoreos y evaluaciones en las zonas más vulnerables. Hasta el cierre de esta edición, no se han reportado daños materiales de consideración ni personas afectadas. La Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) mantiene vigilancia, aunque ha descartado la necesidad de declarar alertas especiales. No obstante, el llamado a la preparación y a la calma no ha cesado.
Este evento recuerda que Colombia es un país sísmicamente activo. Su ubicación, en el borde de la placa tectónica de Nazca y la Sudamericana, lo convierte en un territorio propenso a movimientos como el de ayer. Por ello, los expertos insisten en la importancia de conocer los protocolos de evacuación, tener un kit de emergencia a la mano y mantener la serenidad en caso de réplicas. “No hay que vivir con miedo, pero sí con conciencia”, insisten desde el SGC.
Aunque este sismo no dejó huella física visible, sí reactivó el diálogo sobre la cultura del riesgo en las ciudades intermedias y pequeñas. ¿Estamos realmente preparados? ¿Conocemos las rutas de evacuación? ¿Cuánto saben los niños en los colegios o los adultos mayores en los barrios más alejados? La sacudida fue leve, pero el mensaje fue claro: la prevención debe ser parte de la cotidianidad.
Anoche, el Valle del Cauca y el Eje Cafetero se sacudieron por unos segundos, suficientes para recordarnos que la tierra está viva y que, en su vaivén, también nosotros debemos aprender a movernos con sabiduría. Sin pánico, pero con memoria. Sin catástrofes, pero con lecciones. Así pasó el temblor de este domingo: como un eco profundo que, aunque no