Carlos Carrillo no se guarda nada. Como un francotirador político que dispara desde dentro del mismo fuerte, el actual director de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) ha vuelto a incendiar los puentes internos del petrismo. Esta vez, con la puntería afinada, se lanzó con todo contra el jefe de despacho presidencial, Alfredo Saade, a quien calificó sin ambages como “un orate”. El dardo fue disparado en una entrevista con La Silla Vacía, pero su eco ha retumbado hasta los pasillos más altos de la Casa de Nariño.
“Cuando usted le da poder a un orate, pues empiezan a pasar este tipo de cosas ahí”, sentenció Carrillo, quien además tildó a Saade de “pastorcito belicoso”, en alusión al pasado evangélico del funcionario ya sus recientes intervenciones públicas que han causado escozor, incluso dentro del mismo Gobierno. Carrillo, curtido en la política bogotana y en los debates más viscerales del Consejo de la capital, no parece dispuesto a guardar silencio ante lo que considera un desborde institucional de quienes, según él, confunden el púlpito con el poder civil.
El conflicto, sin embargo, no es nuevo. La semana pasada, Carrillo ya había lanzado un misil directo a la figura de Saade por sus insinuaciones sobre una posible reelección de Gustavo Petro. “¡Ya está bueno de payasadas!”, escribió entonces en su cuenta de X. “Usted no es un tuitero cualquiera, es el jefe de despacho del Presidente (…) en Colombia no hay reelección”, recordó Carrillo, alineándose incluso con las declaraciones previas del propio Petro sobre su salida en 2026. Lo que estaba en juego no era solo un desencuentro entre funcionarios, sino la credibilidad institucional de un Gobierno ya desgastado por pugnas internas.
Las críticas del director de la UNGRD no se detuvieron ahí. También se refirió al exalcalde de Medellín, Daniel Quintero, a quien, sin mencionarlo directamente, tachó de oportunista y de “enemigo dentro de la izquierda”. Carrillo y Quintero han protagonizado varios choques ideológicos, sobre todo después de que el exmandatario paisa lanzará su movimiento “Independientes” y se acercará, de manera ambigua, al petrismo sin someterse del todo a su disciplina. Para Carrillo, esa ambigüedad es peligrosa y deshonesta. “No se puede militar en la izquierda de manera oportunista”, dejó caer, como quien lanza un guante al piso en señal de duelo.
La figura de Alfredo Saade se ha vuelto cada vez más incómoda dentro del oficialismo. El gesto desafiante del pasado 20 de julio —cuando levantó el puño al estilo de campaña mientras el presidente abandonaba el Congreso entre aplausos y abucheos— exacerbó las tensiones con la oposición y con sectores del petrismo más institucional. Su arenga a favor de la reelección encendió las alarmas en un país con una Constitución que lo prohíbe expresamente. Aunque Petro ha reiterado en varias ocasiones que no buscará quedarse más allá de 2026, voces como la de Saade han abierto un flanco difícil de cerrar.
Carrillo, por su parte, parece no temer al desgaste que pueda acarrear esta frontalidad. De hecho, muchos lo ven como una figura que capitaliza el caos: su paso por la UNGRD ha estado marcado por la polémica, especialmente tras los escándalos de corrupción que heredó al asumir la dirección. Pero a diferencia de otros funcionarios que prefieren el silencio estratégico, Carrillo apuesta por la denuncia a voz en cuello, incluso si eso significa enfrentarse a aliados incómodos dentro del Gobierno.
Este fuego amigo expone, una vez más, las profundas grietas ideológicas y de estilo que atraviesan el proyecto político del presidente Petro. Lo que comenzó como una coalición diversa pero ambiciosa, parece hoy una constelación de egos y agendas dispares. En medio de esta tormenta, Carlos Carrillo se perfila no sólo como un funcionario incómodo, sino como una voz que, a su manera, reclama coherencia, aunque sea lanzando piedras dentro del mismo tejado.