Luis Rubiales ha vuelto a hablar. El ex presidente de la Federación Española de Fútbol (RFEF), cuya carrera se derrumbó tras el beso forzado a la jugadora Jenni Hermoso durante la premiación del Mundial Femenino de 2023, reapareció en televisión con el mismo tono desafiante que marcó su defensa desde el primer día. En una entrevista concedida al programa El Chiringuito, Rubiales insistió en que el gesto fue “consentido” y que es víctima de una campaña orquestada “por la izquierda radical”.
La reaparición pública del exdirigente, lejos de ofrecer señales de arrepentimiento, reavivó la polémica que sacudió al fútbol español y al movimiento por la igualdad de género en el deporte. Rubiales fue condenado por agresión sexual y obligado a pagar una multa de 10.800 euros (unos 12.500 dólares), después de que los tribunales españoles determinaran que el beso, dado sin consentimiento, constituyó un acto de violencia sexual. A pesar de ello, el ex funcionario sostiene su versión y asegura que la verdad fue “distorsionada por intereses ideológicos”.
“Como presidente tenía que haber estado más frío, más institucional”, reconoció Rubiales, aunque de inmediato se negó a disculparse. “No, no le pido perdón a Jenni Hermoso porque yo le pregunté y ella me dijo ‘vale’”, afirmó, retomando la misma defensa que la justicia ya desmintió. Las declaraciones, más que un intento de reconciliación, fueron interpretadas por muchos como una provocación, una muestra de que el exmandatario sigue sin comprender la gravedad de sus actos.
Rubiales aprovechó la entrevista para insistir en su inocencia y cuestionar el fallo judicial. “Cuando hay una sentencia, todos tenemos la obligación de acatar, pero también el derecho a recurrir si no estamos de acuerdo. Creemos que esto no es una agresión sexual”, dijo, confirmando que su defensa presentará un recurso de casación. La postura reitera su estrategia: prolongar el caso en los tribunales y mantener su relato en el espacio mediático.
El ex dirigente también hizo referencia a su libro, “Matar a Rubiales”, donde expone su versión de los hechos y denuncia una “caza política y mediática”. Según él, su caída fue producto de un “movimiento inmediato de la extrema izquierda con intereses claros”, que habría fabricado una “realidad paralela” para destruir su imagen pública. El argumento, sin embargo, ha sido rechazado por la opinión pública y las asociaciones feministas, que recuerdan que la justicia actuó conforme a la ley.
La legislación española, reformada en 2022, tipifica cualquier beso no consentido como una forma de agresión sexual, sin importar la relación entre las partes o el contexto. Este marco jurídico, impulsado por el movimiento Solo sí es sí, fue clave para la condena de Rubiales y marca un precedente en la protección de los derechos de las mujeres en el deporte y en otros ámbitos públicos.
El caso, que trascendió las fronteras del deporte, se convirtió en un símbolo del cambio cultural que atraviesa España: un país que, aunque aún lucha contra la misoginia institucional, ha avanzado en la sanción social y jurídica de conductas antes toleradas. Las palabras de Rubiales, lejos de cerrar el capítulo, reavivan el debate sobre la responsabilidad de los líderes deportivos y la necesidad de que las figuras públicas asuman el peso ético de sus acciones.
Mientras tanto, Rubiales enfrenta otro frente judicial: una investigación por corrupción vinculada con la adjudicación del contrato que llevó la Supercopa de España a Arabia Saudita. Así, el hombre que alguna vez fue uno de los dirigentes más poderosos del fútbol español hoy libra una batalla en los tribunales y en la opinión pública, intentando defender un nombre que, para muchos, ya quedó manchado por el abuso y la soberbia.












