Las montañas de Antioquia no solo cobijan historias de esfuerzo y pujanza, sino también un renovado apetito por invertir en vivienda. En lo que va de 2025, la venta de unidades habitacionales nuevas creció un impresionante 30,1 % frente al mismo periodo de 2024. De acuerdo con cifras de Camacol y Coordenada Urbana, entre enero y junio se vendieron 10.978 viviendas, frente a las 8.436 registradas en el primer semestre del año pasado. La cifra no es un simple indicador estadístico: marca el inicio de un nuevo ciclo de confianza y dinamismo económico en la región.
La vitalidad de este fenómeno se refleja, además, en la magnitud de la oferta: actualmente hay 381 proyectos activos en Antioquia, equivalentes a 19.440 unidades habitacionales en proceso de comercialización y 25 proyectos no residenciales que están a punto de iniciar construcción. Marzo fue particularmente sobresaliente: con 2.494 unidades vendidas, se convirtió en el mes más fuerte desde finales de 2022, una señal de que los antioqueños están viendo en la vivienda una oportunidad segura y rentable.
Detrás de este resurgir hay factores estructurales que han venido tomando forma silenciosa pero consistentemente. Eduardo Loaiza, gerente de Camacol Antioquia, lo resume así: “Medellín y Antioquia están recuperando la confianza para comprar vivienda gracias a una articulación institucional sólida y a una oferta que responde a las necesidades del territorio”. En otras palabras, el mercado se ha ajustado tanto en precios como en diseño y localización, acercándose de nuevo a la realidad de los hogares paisas.
El crecimiento no se limita a un solo segmento. Tanto la Vivienda de Interés Social (VIS) como la No VIS muestran comportamientos positivos: mientras la VIS creció un 28,8 %, la No VIS lo hizo en un 31,3 %, consolidando una tendencia que no discrimina por nivel socioeconómico. La vivienda vuelve a ser prioridad, tanto para quienes compran su primer hogar como para quienes ven una oportunidad de inversión con proyección.
Este buen momento no ha surgido de la nada. Según Loaiza, el entorno de confianza e inversión ha sido posible gracias a una alianza sólida entre el sector público y privado, al respaldo de subsidios locales —como los de la Alcaldía de Medellín y otras administraciones—, y al aprovechamiento de la caída en las tasas de interés de los créditos hipotecarios. La disminución de los costos de financiación se ha convertido en un catalizador de la demanda, tras casi tres años de contracción en el sector.
Las cifras de licenciamiento también respaldan esta recuperación. Entre enero y abril de este año, en Antioquia se aprobaron 990.766 metros cuadrados para vivienda y 266.853 metros cuadrados para desarrollos no residenciales. Este crecimiento anticipa un segundo semestre aún más activo, en el que se prevé el inicio de nuevos proyectos que seguirán oxigenando la cadena de valor de la construcción y generando empleo.
En definitiva, el resurgimiento del sector vivienda en Antioquia no es casualidad. Es el resultado de una conjunción virtuosa entre confianza, políticas públicas bien dirigidas, visión empresarial y una ciudadanía que, pese a la incertidumbre macroeconómica del país, aún cree en el valor de construir hogar. Y si algo saben los paisas, es que las crisis son apenas el punto de partida para volver a empezar, con más fuerza y propósito.