Póker de gloria: el samario que encendió la ilusión tricolor en Venezuela

Colombia cerró las Eliminatorias rumbo al Mundial con una goleada que pocos se atrevían a imaginar. En un estadio repleto de esperanza vinotinto, la Selección se impuso 6-3 frente a Venezuela, con una actuación descomunal de un delantero samario que, contra todos los pronósticos, se convirtió en el héroe de la noche. Con este triunfo, el combinado nacional terminó en la tercera posición de la tabla, y lo más importante: volvió a conquistar la fe de un país que, hace apenas unas semanas, parecía resignado a la frustración.

El partido comenzó con una advertencia temprana. Apenas transcurrían dos minutos cuando Telasco Segovia encendió la tribuna local con un gol que silenció a los visitantes y encendió las alarmas en Colombia. Pero la reacción fue inmediata. A los 9 minutos, Yerry Mina apareció como tantas otras veces: imponente en el área, cabeceando con autoridad para marcar el 1-1. Ese tanto no solo empató el juego, también lo convirtió en el defensor más goleador en la historia de la Tricolor, con ocho anotaciones. Un detalle que, en cualquier otro día, habría sido la gran noticia.

Pero esa noche, los reflectores se desviaron hacia otro protagonista. Aunque Venezuela retomó la ventaja con un gol de Josef Martínez tras un error de Kevin Mier, el destino tenía reservada una historia diferente. El samario Luis Suárez, de 27 años, formado en la lucha y el anonimato de equipos como Leones de Itagüí, y forjado en Europa entre clubes como el Granada, Zaragoza, Almería y el Sporting de Lisboa, empezó a escribir su página dorada con el gol del empate 2-2 antes del descanso. Un gol que no era apenas el tercero del partido, sino el primero de una hazaña personal que ya es parte del archivo histórico de la Selección Colombia.

En el segundo tiempo, Suárez fue imparable. Entre los minutos 50 y 59, convirtió dos goles más, completando un triplete que desató la locura tanto en el estadio como en los hogares colombianos. El delantero jugaba con el alma, como si cada balón fuese el último de su carrera. Su instinto goleador, afinado a lo largo de años de sacrificios y silencios, explotó en una noche donde todo parecía alineado para que brillara.

Y cuando el reloj marcaba el minuto 67, llegó el momento de consagración. Un remate certero, casi con rabia, selló su cuarto gol de la noche. Un póker histórico. Jamás, en la historia de la Selección, un jugador había logrado semejante hazaña en un partido oficial. El 5-2 ya era irremontable para Venezuela, que vio cómo su ilusión de ir al repechaje se desmoronaba ante la fuerza de una Colombia encendida por el corazón de un hombre que no figuraba en los pronósticos, pero que terminó siendo el dueño de los aplausos.

El sexto gol colombiano, obra de Rafael Santos Borré, fue apenas un adorno final para una obra maestra colectiva que borró dudas y encendió el entusiasmo. Aunque la Vinotinto logró descontar una vez más para el 6-3 definitivo, el daño ya estaba hecho. Colombia no solo ganó, sino que recuperó su identidad: juego ofensivo, carácter en la adversidad y un goleador que, en una noche de septiembre, hizo historia con la camiseta amarilla.

Con el silbato final, Colombia no solo selló su pase al Mundial, sino que renovó un viejo pacto con su afición. El de creer, incluso cuando todo parece en contra. Y esta vez, fue Luis Suárez —el samario incansable— quien dio la lección más grande: que nunca es tarde para convertirse en leyenda.

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