En una nueva arremetida desde su tribuna digital, el presidente Gustavo Petro encendió una vez más el debate sobre el centralismo, las tensiones regionales y la distribución de la riqueza nacional. Esta vez, su blanco fue el referendo propuesto por el gobernador de Antioquia, quien plantea un cambio en el manejo fiscal del país para que los recursos generados por las regiones permanezcan en ellas. Petro no ahorró palabras: calificó la propuesta como “violenta” y acusó a Medellín y Bogotá de querer formar una Colombia aparte, rica, mientras el resto del país permanece empobrecido.
“Se quiere hacer dos Colombias; una rica, Medellín y Bogotá, con sus zonas de pobreza, y otra pobre: el resto de Colombia”, escribió el mandatario en su cuenta de X. Con estas palabras, Petro no solo denunció lo que percibe como una fractura territorial impulsada desde los centros económicos, sino que también reavivó viejos fantasmas del centralismo que, según muchos en las regiones, nunca ha dejado de pesar sobre la estructura del Estado colombiano.
La propuesta del gobernador de Antioquia busca, en esencia, que los impuestos de renta y patrimonio —hoy administrados por la Nación— pasen a manos de los departamentos. “Queremos que los recursos que se generen en las regiones se queden en las regiones, sin alterar el principio de unidad nacional”, dijo en entrevista con la revista Semana. La fórmula, asegura el mandatario regional, no busca dividir al país, sino equilibrar la balanza fiscal que históricamente ha favorecido al centro.
Pero para el presidente Petro, el fondo del asunto no es técnico, sino profundamente político. Señaló que detrás del referendo hay una intención de élite, una conspiración del poder económico concentrado en Medellín y Bogotá para perpetuar la desigualdad territorial. “Es una propuesta violenta que dirige una uribista sucreña que ocasiona la destrucción de Sucre y de todos los demás departamentos del Caribe y similares”, denunció, haciendo alusión a las raíces políticas de quienes promueven la iniciativa.
Las palabras del presidente no cayeron en saco roto. Varios sectores interpretaron sus declaraciones como un ataque directo al federalismo fiscal, una vieja aspiración de muchas regiones del país que sienten que el centralismo bogotano ha drenado sus capacidades de desarrollo. Para otros, sin embargo, Petro defiende el principio de unidad republicana y advierte sobre los peligros de una fragmentación impulsada por intereses particulares.
El trasfondo del debate es más profundo que un simple cruce de declaraciones. En un país históricamente marcado por el desequilibrio territorial, la tensión entre el poder central y las regiones sigue siendo una herida abierta. Las cifras respaldan muchas de las críticas: mientras Bogotá y Antioquia concentran buena parte del PIB nacional, departamentos como Chocó, La Guajira o Vaupés siguen sumidos en el abandono institucional.
Más que un desacuerdo entre líderes, lo que está en juego es el modelo mismo de Estado que Colombia necesita para avanzar. ¿Es el centralismo un mal necesario o un lastre que impide el desarrollo equitativo? ¿Puede el país replantear su estructura fiscal sin fracturarse en el intento? Lo cierto es que el eco de este debate no se apagará pronto. Petro ha puesto el dedo en la llaga, y lo que comenzó como un trino ya se perfila como una tormenta política de fondo.