En medio de una escalada silenciosa pero tensa en el Caribe, el presidente Gustavo Petro desestimó públicamente la existencia del llamado “cartel de los soles”, una organización criminal señalada por organismos internacionales como enquistada en las entrañas del poder militar venezolano. Las palabras del mandatario colombiano contrastan con las acciones decididas de Washington y la creciente inquietud de Caracas, que se enfrenta al despliegue de buques de guerra, un submarino nuclear y miles de marinos estadounidenses en aguas muy cercanas a sus costas. No es la primera vez que la geopolítica se agita en América Latina, pero sí una de las pocas ocasiones en que el ajedrez militar parece moverse tan cerca del filo.
Las maniobras militares de Estados Unidos, que según fuentes del Pentágono forman parte de una operación contra las mafias del narcotráfico, fueron descritas por un analista de defensa como “usar un tanque en una pelea de cuchillos”. Una metáfora que retrata con crudeza el desbalance entre el tipo de amenaza —el tráfico ilícito— y la contundencia de la respuesta. La operación ha sido interpretada por algunos expertos no solo como una acción de interdicción marítima, sino como un mensaje de fuerza, quizás incluso de advertencia directa, hacia el régimen de Nicolás Maduro, cuya legitimidad ha sido puesta en entredicho desde múltiples frentes.
La fiscal general de Estados Unidos, Palm Bondi, junto con la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, han señalado abiertamente a miembros de la Guardia Nacional Bolivariana —incluido su alto mando— como responsables directos del cartel de los soles. Esta estructura criminal, que según investigaciones de Insight Crime y medios como ArmandoInfo se dedica al tráfico de cocaína y a negocios ilegales como la minería en el Arco del Orinoco, tendría vínculos con grupos armados colombianos y redes transnacionales. La gravedad de estas denuncias, sumada al silencio forzado de la prensa libre en Venezuela, da un matiz más sombrío a los movimientos diplomáticos y militares en la región.
A pesar de las acusaciones, Petro ha optado por mantener una postura que algunos califican de equidistante, otros de negacionista. En un contexto donde su apuesta por el diálogo con el gobierno de Maduro ha sido constante, sus declaraciones podrían interpretarse como una jugada política para mantener viva la interlocución con Caracas. Pero también lo exponen a críticas internas y externas, especialmente en un momento en que el tráfico de drogas y la violencia trasnacional no conocen fronteras. ¿Es una estrategia pragmática o un riesgo innecesario en una coyuntura volátil?
El New York Times, en un reciente análisis, fue más allá: cuestionó si este despliegue militar es proporcional a su supuesto objetivo y planteó un paralelo inquietante con la historia. En 1964, el incidente del Golfo de Tonkin sirvió como pretexto para la intervención estadounidense en Vietnam. Algo similar ocurrió en Panamá en 1989, cuando el presidente George H. W. Bush ordenó la captura del general Manuel Noriega, acusado también de narcotráfico. ¿Está el gobierno de Trump —o lo que queda de su política exterior heredada— preparando un nuevo capítulo en este manual de intervenciones?
Maduro, por su parte, no ha respondido con contundencia a las acusaciones ni al despliegue militar. La ansiedad en su gobierno es palpable, aunque se disfraza de retórica revolucionaria y apelaciones a la soberanía. Las redes sociales oficiales minimizan los hechos, pero en los pasillos del poder bolivariano el ruido es cada vez más difícil de silenciar. La posibilidad de un conflicto abierto parece remota, pero no imposible. Sobre todo si alguno de los actores en escena decide no retroceder.
Entre tanto, la región observa. Colombia, por cercanía y por historia, tiene un papel protagónico y ambiguo. Petro, que ha hecho de la paz y la no injerencia pilares de su discurso, se enfrenta a la paradoja de un vecino acusado de narcotráfico al más alto nivel y una potencia militar que mueve piezas con la contundencia de quien no espera permiso. En ese tablero, cualquier movimiento en falso puede cambiar el juego.