En medio del reacomodo político que anticipa la batalla electoral de 2026, una afirmación circuló con fuerza en los corrillos del poder: que Paloma Valencia, senadora del Centro Democrático, sería la cabeza de lista al Senado por su partido. Pero la versión fue cortada de raíz por el propio director de la colectividad, Gabriel Vallejo, quien aclaró con contundencia que la congresista tiene una mira más alta: la Casa de Nariño. “Desde octubre de 2024, la senadora Paloma es precandidata presidencial por el partido Centro Democrático”, zanjó en su cuenta de X.
La aclaración, más que una simple precisión, revela el pulso interno del partido fundado por el expresidente Álvaro Uribe. Con el desgaste que ha supuesto la oposición a Gustavo Petro y los reacomodos ideológicos que se exigen desde la base, el Centro Democrático se juega en 2026 no sólo su viabilidad electoral, sino su identidad política. Paloma Valencia representa una de las apuestas más visibles en esa carrera: joven, mediática, con un discurso que mezcla firmeza conservadora y un tono renovador.
La precandidatura de Valencia, lejos de ser simbólica, se formalizó este 27 de agosto con un acto público en el norte de Bogotá. Allí presentó su eslogan de campaña —“Necesito tu Power”— y se dirigió a quienes, según ella, están “cansados de las peleas” y quieren propuestas. En el video que compartió en redes, se mostró crítica del actual Gobierno: “Es hora de dejar de pelear y unirnos contra quienes están destruyendo a Colombia, contra un gobierno que promete, pero que solo reparte ruina”.
Con esta jugada, el Centro Democrático busca reconfigurar su rostro ante un electorado que ya no responde como antes al discurso de la seguridad democrática. El énfasis ahora está en la reconstrucción, en “ganar la presidencia para reconstruir a Colombia”, como lo expresó Vallejo, al referirse no solo a Valencia, sino a los otros cuatro precandidatos en contienda dentro del partido. Una contienda que, se anticipa, será cerrada, pero que también podría marcar el tono de la oposición en los próximos años.
La fuerza del desmentido también señala otra cosa: dentro del uribismo ya no hay espacio para lecturas ambiguas. O se está en la carrera presidencial o se juega otro rol. En este sentido, la ratificación de Paloma Valencia como precandidata presidencial reafirma su lugar en la primera línea del debate político nacional, y despeja cualquier intento de acomodarla como figura legislativa de transición. Ella no es un relevo, es una apuesta de fondo.
No es un secreto que la senadora ha venido construyendo con paciencia su perfil presidencial. Con discursos en defensa del empresariado, la educación con valores y la libertad económica, ha intentado marcar distancia de la narrativa del miedo, apostando más por un tono de “renovación con carácter”. La pregunta ahora es si el electorado, en un país exhausto por las fracturas ideológicas, está dispuesto a escuchar otro tipo de centro-derecha.
Así, mientras la política colombiana se recalienta de cara a 2026, el Centro Democrático redefine su tablero. Gabriel Vallejo ha sido claro: Paloma Valencia no será cabeza de lista al Senado, porque está en una lucha distinta. Una lucha que no se libra en el Congreso, sino en las plazas públicas, en las redes y —eventualmente— en la primera vuelta presidencial. El partido apuesta a que una nueva narrativa le devuelva protagonismo. Y Paloma, de momento, es su carta más visible.