El 9 de noviembre, ocho municipios del Oriente antioqueño tomarán una decisión que podría transformar el rostro de la región para siempre. Se trata de la consulta popular para decidir la creación del Área Metropolitana del Valle de San Nicolás, una figura jurídica y administrativa que busca articular esfuerzos de planificación, seguridad y desarrollo entre Rionegro, La Ceja, El Carmen de Viboral, Guarne, El Retiro, San Vicente Ferrer, El Santuario y La Unión. Es una votación histórica, pero también profundamente divisiva: mientras unos la celebran como un paso hacia la modernidad, otros la temen como el inicio de la disolución de sus identidades locales.
Desde la Gobernación de Antioquia y las alcaldías que impulsan el proyecto, la narrativa es clara: integración regional como mecanismo para el desarrollo ordenado. Según sus promotores, un área metropolitana permitiría una coordinación más eficaz del uso del suelo, la movilidad, el acceso a servicios públicos y la seguridad ciudadana. En una región que crece a pasos agigantados, donde los límites entre municipios ya son más simbólicos que reales, un gobierno supramunicipal podría ser el antídoto frente al caos urbano. Pero, como en casi toda historia de progreso, hay otra cara del relato.
Esa otra cara está representada por 15 comités ciudadanos que han levantado la voz en contra de la iniciativa. Sus temores no son menores: advierten sobre un posible centralismo disfrazado de cooperación, una pérdida de autonomía para los municipios más pequeños y una concentración del poder —y de los recursos— en Rionegro, que sería el municipio núcleo, al estilo de Medellín en el Valle de Aburrá. Además, hay un rechazo visceral a lo que algunos llaman «el modelo Rionegro», asociado a urbanismo acelerado, masificación de servicios, y decisiones impuestas sin suficiente consulta comunitaria.
Uno de los temas más controversiales ha sido el umbral exigido para validar la consulta: apenas el 5% del censo electoral de cada municipio. En cifras concretas, eso equivale a que en lugares como El Retiro o La Unión basten poco más de mil votos para tomar una decisión que compromete el futuro de más de 20.000 personas. Para los opositores, se trata de una puerta abierta a la imposición con escasa legitimidad democrática. Para los defensores, en cambio, es una fórmula realista en un país donde la abstención electoral es crónica, incluso en elecciones presidenciales.
El caso de Marinilla es sintomático. Aunque inicialmente se contemplaba como parte del proyecto, su alcalde decidió apartarse de la propuesta, rompiendo con la narrativa de consenso que la Gobernación intentó proyectar. Su negativa fue interpretada como una señal de desconfianza hacia la iniciativa y dejó al descubierto que no todos los liderazgos del Oriente comparten la visión metropolitana. La retirada de Marinilla, sin embargo, no detuvo el impulso del referendo, que sigue su curso en los otros ocho municipios.
Lo que está en juego no es únicamente una figura legal o administrativa. En el fondo, se debate qué modelo de desarrollo desea adoptar el Oriente antioqueño: uno fragmentado pero localmente autónomo, o uno articulado, pero con mayores riesgos de homogeneización y concentración de poder. Detrás de la consulta hay tensiones que van más allá de los tecnicismos: luchas por la identidad territorial, el acceso equitativo a los recursos y la defensa de tradiciones frente a una visión de progreso que, para algunos, podría devorarlo todo.
Sea cual sea el resultado, el próximo 9 de noviembre marcará un antes y un después para esta región estratégica de Antioquia. Si gana el sí, nacerá una nueva institucionalidad con múltiples retos: asegurar una gobernanza democrática, proteger los ecosistemas de montaña, garantizar que los municipios más pequeños tengan voz, y evitar que el desarrollo se vuelva sinónimo de exclusión. Si gana el no, se mantendrá el statu quo, pero también quedará en el aire la pregunta: ¿puede el Oriente seguir creciendo sin desbordarse, sin un proyecto común que lo contenga? La decisión está, literalmente, en manos del pueblo.