La nueva reforma laboral ya no es una promesa ni un borrador en el Congreso: es ley viva. Desde el pasado 1° de julio, millones de trabajadores en Colombia tienen derecho a un aumento en el recargo por trabajar domingos y festivos, pasando del 75% al 80%. Aunque muchas empresas aún no saben cómo ajustarse al nuevo esquema, la norma ya está en vigor, y no aplicar lo estipulado podría generar sanciones. El Ministerio de Trabajo ha advertido que no habrá periodo de gracia: la ley se cumple desde ya.
El primer revuelo se dio con el calendario. Mientras algunos voceros oficiales aseguraban que el nuevo recargo empezaría a aplicarse este fin de semana, el ministro Antonio Sanguino aclaró que la medida ya rige desde el fin de semana anterior. Así lo confirmaron también ponentes de la reforma en el Congreso, quienes recordaron que la ley es clara: a partir del 1° de julio, la hora trabajada en domingo debe pagarse con un 80% adicional sobre el salario ordinario, sin excusas ni interpretaciones ambiguas.
Este ajuste impacta de forma directa a cerca de 1,56 millones de empresas formales en el país, que ahora deben hacer cuentas con una legislación laboral más exigente. Y no solo por el aumento del recargo dominical. También está en marcha una reducción progresiva de la jornada laboral, que seguirá bajando hasta alcanzar las 42 horas semanales en 2026, y se avecina un cambio en la jornada nocturna, que comenzará a las 7 de la noche, pero cuya implementación ha sido aplazada para diciembre o enero próximo, mientras se expiden los decretos reglamentarios.
Ante las dudas que despierta esta transformación, el Gobierno ha desplegado un plan de vigilancia y control sin precedentes. El Ministerio de Trabajo anunció la contratación de hasta 1.000 inspectores para garantizar el cumplimiento de las nuevas normas. Una ofensiva institucional que pretende vigilar, pero también educar. Porque, más allá de castigos, lo que se busca —según el discurso oficial— es construir una cultura de legalidad laboral basada en el conocimiento de los derechos.
La fase pedagógica será clave. Muchas pequeñas y medianas empresas, que no cuentan con equipos jurídicos o departamentos de recursos humanos, aún no entienden cómo aplicar las nuevas reglas. Por eso, el Ejecutivo pondrá en marcha una estrategia de difusión masiva, que incluirá capacitaciones, cartillas y líneas de atención ciudadana. El objetivo es que tanto empleadores como trabajadores comprendan en detalle qué cambió, por qué y cómo debe implementarse.
Sin embargo, no faltan las voces críticas. Algunos gremios empresariales consideran que esta reforma se hizo de espaldas a la realidad económica de miles de compañías que aún no se recuperan del impacto de la pandemia. Alegan que subir el recargo dominical y reducir la jornada laboral incrementará los costos operativos, dificultando la contratación formal. Desde el otro lado, sindicatos y organizaciones laborales celebran el cambio como una victoria histórica en la lucha por condiciones más justas.
Lo cierto es que el país está entrando en una nueva etapa de su historia laboral. El reloj corre, y con él, las obligaciones para quienes generan empleo. La hora dominical ya no vale lo mismo, y eso debe reflejarse, con precisión matemática, en la próxima nómina. Como en toda gran reforma, habrá tropiezos, resistencias y aprendizajes. Pero una cosa es segura: los derechos laborales han dado un paso hacia adelante. Y ese avance, aunque incómodo para algunos, es el reflejo de una sociedad que empieza a reclamar una distribución más equitativa del trabajo y del tiempo.