Nydia Quintero de Balcázar: la dama de la solidaridad, una vida consagrada al servicio 

En la madrugada del lunes 1 de julio, en la Clínica Santa Fe de Bogotá, se apagó una vida que durante más de nueve décadas encendió esperanzas y alivió dolores. Nydia Quintero de Balcázar, de 93 años, partió en silencio, mientras en el mismo recinto médico su nieto, el senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, luchaba por su recuperación tras varios intentos de acabar con su vida. Ella, que fue primera dama en el gobierno de Julio César Turbay Ayala (1978-1982), supo ganarse un lugar en la historia no por su paso por el poder, sino por su inquebrantable entrega a los más vulnerables.

Desde muy joven entendió que la verdadera influencia no se ejerce desde los grandes discursos ni desde los salones del poder, sino desde la acción concreta, desde la mano tendida. Fue así como en 1983 fundó Solidaridad por Colombia, una organización que, durante más de 40 años, ayudó a transformar el país desde las bases. Allí, en ese escenario muchas veces invisible donde confluyen el dolor, la esperanza y la pobreza, doña Nydia construyó una obra que hoy se mantiene viva gracias a su legado y al liderazgo de su nieta, María Carolina Hoyos.

El nombre de Nydia Quintero no fue nunca ajeno al debate público, pero su voz no buscó protagonismo. Prefería el bajo perfil, los resultados concretos, el impacto real. Lejos de las cámaras, lejos de los egos. Gracias a su gestión, miles de jóvenes lograron ingresar a la universidad, centenares de familias afectadas por desastres naturales encontraron alivio, y muchas comunidades redescubrieron su dignidad a través de la educación, la salud y la cultura. Su estilo era el de una matriarca comprometida, austera, decidida.

En sus últimos días, doña Nydia se enfrentó al deterioro natural de una salud que ya no resistía. Una afección respiratoria la obligó a permanecer internada bajo supervisión médica permanente. Aun así, su entorno fue testigo de una lucidez emocional intacta, de una entereza serena. Mientras su nieto pasaba por el quirófano por quinta vez, ella, en otra habitación, escribía sin palabras el capítulo final de una historia tejida con generosidad.

La noticia de su partida sacudió a todos los rincones de la política colombiana. Desde el gobierno, la oposición y las organizaciones sociales, llovieron los mensajes de reconocimiento. No solo por haber sido la esposa del presidente Turbay, sino porque durante más de medio siglo, su accionar fue testimonio de una forma distinta de hacer política: desde la compasión, desde la acción sin cálculo.

“Mamita… vuela alto y en paz”, escribió su nieta María Carolina en un mensaje que retrata lo que fue Nydia para su familia: un faro en la tormenta, un refugio ante la pérdida. A ella acudieron muchos cuando el país parecía quebrarse, cuando las tragedias dejaban a miles sin nada. Ella, con su Fundación, era una suerte de Estado paralelo para quienes no tenían voz ni voto.

Hasta el 2 de julio, el cuerpo de Nydia Quintero reposará en cámara ardiente en el Capitolio Nacional, un gesto simbólico que honra una vida entregada al servicio. Luego, en la Catedral Primada, se celebrará la misa en su honor. Más allá de los homenajes, lo que queda es su legado: una visión de país donde la solidaridad no es una opción, sino un deber moral. Así era ella. Así será recordada.

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