Alexis García, uno de los capitanes más emblemáticos en la historia de Atlético Nacional, no solo dejó huella con su fútbol en la conquista de la Copa Libertadores de 1989 y la final de 1995, sino que ha cultivado una mirada sensible y analítica del juego. Hoy, esa voz autorizada se detiene para reflexionar, con la misma lucidez con la que manejaba los tiempos en la cancha, sobre la reciente eliminación de Nacional en la Libertadores y el papel —más emocional que táctico— de figuras como Edwin Cardona. Su mirada no se queda en el análisis técnico; ahonda en lo humano, lo intangible, aquello que también construye o destruye a un equipo.
En su conversación, García no escatima en palabras para señalar lo que a sus ojos fue el punto de quiebre: Medellín. “La clasificación se perdió en casa”, dice con la firmeza de quien entiende que las oportunidades, especialmente en el fútbol sudamericano, no suelen repetirse. Nacional desperdició no solo dos penales, sino el momento emocional del juego. “Este Sao Paulo no era invencible”, insiste, con algo de melancolía. Y es que para alguien que enfrentó a los grandes colosos brasileños de los noventa, ver a Nacional tropezar ante un equipo sin esa mística, duele más.
Pero más allá de lo táctico, García se adentra en un terreno más complejo: el de la jerarquía. “Meter la pelota es la clave para ganar, y eso hace la jerarquía”, sentencia. Nacional, asegura, mostró buen fútbol en la ida, pero se desvaneció sin carácter en el remate de la serie. Para García, la jerarquía no es arrogancia ni historia; es contundente en el momento preciso. “Fue un equipo influyente pero no determinante”. En pocas palabras, fue más presencia que impactó. Una crítica sutil pero lapidaria.
Y entonces surge Cardona. No el jugador, sino el ser humano. García no se limita a evaluarlo desde su rendimiento físico o técnico, sino desde su fragilidad emocional. “Él necesita afecto, no sabe pedirlo, hay que saberlo dar”. La frase, que da título a esta reflexión, es un espejo para un fútbol colombiano que muchas veces exige a sus jugadores sin comprenderlos, que castiga sin acompañar. Para García, Cardona es una metáfora de un jugador talentoso atrapado en su propio laberinto emocional.
La afirmación no es paternalista. Es un llamado a revisar la forma en que se gestiona el talento en Colombia. ¿Cuántos Cardonas se han perdido en el camino por no recibir el afecto que no saben solicitar? García, con tono pausado pero firme, sugiere que el fútbol no solo se juega con los pies, sino también con el corazón bien puesto, sostenido por entornos empáticos y líderes capaces de leer más allá de la táctica.
En ese sentido, su crítica no es solo a Nacional, sino al ecosistema del fútbol colombiano. “Nos falta humanidad en los camerinos”, parece decir, entre líneas. No basta con sistemas de juego o buenos entrenamientos si el futbolista llega roto emocionalmente al campo. El fútbol, al fin y al cabo, también es un lenguaje emocional, y quien no lo comprende, pierde más que partidos: pierde jugadores.
Alexis García, con su voz pausada y reflexiva, nos recuerda que el fútbol no es una suma de estadísticas, sino un tejido humano. Y que, quizás, la derrota más dolorosa no es quedar fuera de la Copa, sino no saber cuidar a quienes la podrían volver a levantar.