En una jugada estratégica que marca un hito en la historia reciente de la movilidad en Medellín, el Distrito ha decidido asumir con recursos propios la ejecución de tres intercambios viales esenciales para el futuro Metro Ligero de la 80. Estas obras, cuya inversión supera los $570.000 millones, no solo representan un desafío técnico y financiero, sino también un acto de voluntad política que busca destrabar uno de los proyectos más ambiciosos de infraestructura urbana en la capital antioqueña.
Aunque estas tres intervenciones no fueron incluidas en el contrato de cofinanciación con la Nación, su ejecución es imprescindible para que el sistema de transporte pueda operar de manera eficiente. En ese contexto, la Alcaldía tomó la determinación de echarse al hombro la gestión predial y posterior construcción de los intercambios viales en los puntos más neurálgicos de la Avenida 80: el cruce con la calle San Juan, la intersección con la carrera 70 (cerca del centro comercial Arkadia) y el ya conocido sector del Rinconcito Ecuatoriano.
La intervención más avanzada es la del intercambio en San Juan. Allí, la primera fase —que elevó la calle 44 por encima de la Avenida 80 mediante un viaducto— ya está culminada. Ahora, la administración distrital se prepara para iniciar una segunda etapa que transformará profundamente este punto: se eliminará la glorieta existente, se ampliará el soterrado de dos a tres calzadas y se construirá un puente central que permitirá cruces más directos y funcionales. Una obra que, más allá del concreto, promete reconfigurar la movilidad del occidente de Medellín.
Pero el reto no se detiene allí. En paralelo, ya se activaron los procesos de gestión predial para los otros dos intercambios viales, ambos ubicados en zonas de alta circulación vehicular. El cruce de la Avenida 80 con la carrera 70 es uno de ellos, justo en las inmediaciones de Arkadia, un punto donde convergen flujos provenientes del sur, del occidente y de la zona comercial de Belén. El otro es el intercambiador del Rinconcito Ecuatoriano, cuya planificación viene desde la administración anterior, pero que ahora entra en su fase definitiva.
Estas obras no son simples adiciones al paisaje urbano. Son piezas críticas para que el Metro Ligero de la 80 pueda cumplir con su promesa de transformar la movilidad de más de un millón de habitantes. Sin estos intercambios viales, el proyecto quedaría incompleto, fragmentado, condenado a operar con cuellos de botella que neutralizaron su eficiencia. Por eso, la decisión del Distrito no solo es acertada, sino urgente.
El panorama, sin embargo, no está exento de retos. La gestión predial implica negociaciones complejas, y el ritmo de las obras estará determinado por la celeridad con que se liberen los terrenos. Además, habrá que evitar que el cronograma del Metro de la 80, cuya meta es iniciar operaciones en los próximos años, se vea afectado por demoras o sobrecostos. En esa ecuación, la articulación entre los diferentes niveles de gobierno será clave.
Medellín ha sido ejemplo en Colombia por atreverse a imaginar una ciudad moderna, conectada y con soluciones de transporte integradas. Con esta decisión, reafirma esa vocación. El Metro de la 80 ya no es solo una promesa en papel: es una obra que avanza con pasos concretos, y estos tres intercambios viales serán, sin duda, los cimientos sobre los que se eleve una nueva era de movilidad para la ciudad.