En un mundo acelerado, donde el ruido de la ciudad muchas veces ahoga el canto de la naturaleza, Medellín se detiene un día para rendir homenaje a uno de los seres más fundamentales —y olvidados— del equilibrio ecológico: las abejas. Este sábado 31 de mayo, el Jardín Botánico abrirá sus puertas para acoger la cuarta edición del Festival de las Abejas, una cita anual que une ciencia, arte, comunidad y conciencia ambiental en torno a estos pequeños gigantes de la biodiversidad.
Desde las 9:00 de la mañana y hasta las 7:00 de la noche, este pulmón verde de la ciudad se transformará en un ecosistema vivo de saberes, colores y aromas. Aunque el ingreso se cerrará a las 4:00p. m., el mensaje del evento pretende extenderse más allá del día: sin abejas, no hay comida; sin polinizadores, no hay futuro. Y es justamente ese llamado urgente el que impulsa esta iniciativa que, año tras año, gana más relevancia en la agenda cultural y ambiental de la capital antioqueña.
Más que una feria o un mercado, el festival es una celebración integral. Habrá talleres para niños y adultos, experiencias sensoriales, recorridos por la colección de abejas nativas, charlas con expertos y una muestra artística con colmenas intervenidas por artistas locales. Es la fusión entre el conocimiento técnico y la emoción estética lo que convierte al evento en una experiencia transformadora. Porque las abejas no solo viven en los campos: también habitan en el arte, en los sabores y en la memoria colectiva.
Uno de los puntos más esperados del día será el mercado de productos apícolas, donde se podrá adquirir miel pura, propóleo, polen, cera y cosméticos naturales elaborados por productores locales. En una época donde la trazabilidad y el consumo consciente ganan terreno, este tipo de encuentros ofrecen una ventana directa entre los ciudadanos y quienes custodian los saberes tradicionales en torno a la colmena.
Para cerrar con dulzura y ritual, el festival ofrecerá un torneo de hidromiel, esa bebida ancestral que mezcla agua, miel y fermentación. Mucho más que un concurso, es una forma de recordar que el legado de las abejas ha atravesado culturas, religiones y civilizaciones enteras. En un solo sorbo se condensan siglos de historia y biodiversidad.
Marcela Pérez, directora de Educación del Jardín Botánico, lo resume con claridad: “Queremos que la gente entienda que las abejas no son un problema del campo, sino parte del corazón de nuestra vida urbana. Celebrarlas es reconocer nuestra interdependencia con la naturaleza”.
Y no se trata solo de la abeja europea, la más conocida por la miel. Medellín es hogar de decenas de especies de abejas nativas sin aguijón, vitales para la polinización de muchas plantas endémicas y cultivadas. Su presencia es invisible, pero su ausencia sería catastrófica. El festival también busca poner en el radar ciudadano esta riqueza, a menudo ignorada, que habita en jardines, huertas y cerros.
Así, este sábado, Medellín se llena de zumbidos, de flores, de aprendizajes. En medio del concreto y el bullicio urbano, el Jardín Botánico se convierte en una colmena de saberes compartidos. Y en cada niño que prueba una cucharada de miel, en cada adulto que escucha atento una charla sobre polinización, se planta una semilla: la de una ciudadanía más consciente, más conectada y, ojalá, más comprometida con el cuidado de la vida en todas sus formas.