La salida de Juan David Correa: un nuevo golpe al gabinete de Petro

El Gobierno del presidente Gustavo Petro enfrenta una nueva turbulencia política con la renuncia del ministro de Cultura, Juan David Correa, quien presentó su dimisión irrevocable tras la polémica transmisión en vivo del Consejo de Ministros. Su salida marca la segunda baja en el Ejecutivo en menos de dos semanas, luego de la fugaz permanencia de Jorge Rojas como director del Departamento Administrativo de la Presidencia (Dapre). Estas renuncias no solo evidencian fracturas internas, sino que también reavivan el debate sobre el manejo de la crisis en la administración actual.

En su carta de despedida, Correa agradeció la confianza del presidente y destacó los logros alcanzados en su gestión, entre ellos el fortalecimiento del sector cultural y la reforma a la Ley General de Cultura. Sin embargo, su partida deja entrever un malestar latente dentro del gabinete, que se ha hecho más evidente tras el consejo ministerial televisado. La extensa reunión, más que un ejercicio de transparencia, dejó expuestas diferencias sobre las políticas económicas, de seguridad y la ejecución del Plan Nacional de Desarrollo, generando preocupación tanto en sectores políticos como en la ciudadanía.

Jorge Rojas, quien también dejó su cargo recientemente, no dudó en señalar que la dinámica del consejo de ministros fue contraproducente para la imagen del Gobierno. En una reciente entrevista, hizo un llamado a evaluar decisiones estratégicas y reconsiderar la dirección del Ejecutivo. Además, la designación de figuras cercanas al presidente, como Armando Benedetti y Laura Sarabia, ha incrementado las tensiones internas, alimentando la percepción de un gabinete cada vez más fragmentado y con dificultades para consolidar un rumbo claro.

Petro, lejos de apaciguar la crisis, reaccionó con dureza en redes sociales, cuestionando la actitud de algunos miembros de su equipo y dejando en claro que aquellos con aspiraciones políticas deberán abandonar sus cargos. Su postura refuerza la idea de un Gobierno dispuesto a resistir cualquier intento de disidencia interna, aunque a costa de perder figuras clave. La decisión de hacer públicas todas las reuniones ministeriales en adelante también plantea interrogantes sobre la viabilidad de una gestión que, en su búsqueda de transparencia, podría estar comprometiendo la cohesión de su equipo.

Más allá de las renuncias, el desafío para el Gobierno radica en recuperar la estabilidad y demostrar que la crisis no significa parálisis. La salida de dos altos funcionarios en tan corto tiempo es un síntoma de una administración en constante tensión, donde las decisiones del presidente no solo impactan en su gabinete, sino en la percepción general de su liderazgo. Con la oposición al acecho y un electorado expectante, Petro deberá encontrar un equilibrio entre la apertura institucional y la gobernabilidad, si quiere evitar que esta crisis termine debilitando aún más su proyecto político.

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