La ruta interminable: dos décadas de espera para un sistema que aún no despega

Han pasado más de veinte años desde que el sur del Valle de Aburrá soñó con un corredor de buses articulados que integrara de manera ágil a Envigado, Itagüí y Medellín. El Metroplús, concebido como una solución estratégica para aliviar la presión sobre la movilidad metropolitana, terminó convertido en un símbolo de demoras, sobrecostos y desencantos. Hoy, con más de $1,3 billones invertidos, el sistema apenas podría comenzar a rodar —si nada más se interpone— en el lejano 2027.

La obra, que en 2009 se prometió inaugurar en menos de dos años, avanza con un calendario que parece desconectado de las urgencias urbanas. Aunque la entidad insiste en que trabaja a toda marcha para implementar una operación temprana, la distancia entre los anuncios y la realidad se ha vuelto un abismo difícil de ocultar. Las recientes discusiones en el Concejo de Envigado dan cuenta de esa frustración acumulada.

En este municipio, donde falta por construir un tramo final de apenas 125 metros, el debate subió de tono. Varios concejales se preguntaron si, después de tantos retrasos, el sistema conserva alguna utilidad frente al crecimiento y las necesidades actuales de movilidad en toda la región. La pregunta no es menor: ¿qué tan transformador puede ser un proyecto que llega dos décadas tarde?

Entre las voces más críticas estuvo la del concejal Efraín Echeverry Gil, quien no ocultó su desconcierto frente a los cambios de diseño que sufrió el trazado. Recordó que inicialmente se propuso una “U larga” hasta la calle 30; luego, una “U corta” que llegaría a El Poblado. Finalmente, dijo, lo que quedó fue una “I pequeña”, cuyo impacto se antoja limitado. Su inquietud refleja un sentimiento generalizado: la sensación de que el proyecto perdió la brújula.

La incertidumbre no solo recae sobre el tramo final. El sistema aún requiere la construcción de estaciones y la incorporación de buses, elementos esenciales para que Metroplús pueda operar de forma completa. Ninguno de estos componentes está listo, lo que vuelve más difuso el horizonte de entrada en funcionamiento. Incluso la licitación del tramo de Envigado, anunciada para diciembre, parece apenas un paso más en una larga travesía.

Las comparaciones resultan inevitables. Mientras la línea A del metro de Medellín se levantó en menos de una década y transformó la movilidad del valle, Metroplús tardará más del doble en completarse, sin que aún exista certeza de su impacto final. Esa distancia temporal evidencia la fragilidad administrativa que ha acompañado al proyecto desde sus orígenes.

Para los habitantes del sur del Aburrá, la espera se ha convertido en un ejercicio de paciencia forzada. En una región donde el tráfico y la demanda de transporte crecen sin pausa, cada año perdido representa más horas de congestión y menos alternativas reales de movilidad sostenible. De ahí que las críticas no apuntan solo a los retrasos, sino a la desconexión entre la planeación y las necesidades del territorio.

Con la promesa renovada de que el sistema podría rodar en 2027, el desafío ahora es recuperar la confianza pública y garantizar que Metroplús no se quede como un monumento a la lentitud institucional. La región necesita soluciones, no excusas; rutas eficientes, no obras interminables. El tiempo, que ya ha sido pródigo en advertencias, marcará si esta vez el proyecto logra finalmente llegar a su destino.

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