La obra inconclusa que secó el sur del Valle de Aburrá

Lo que comenzó como una intervención técnica en la red de acueducto terminó por convertirse en una pesadilla para miles de habitantes del sur del Valle de Aburrá. Desde el pasado 27 de septiembre, más de 28 mil usuarios en los municipios de La Estrella, Itagüí y el corregimiento San Antonio de Prado han tenido que enfrentarse a la rutina del desabastecimiento. Las canillas secas, los baldes improvisados y las excusas oficiales componen el paisaje cotidiano de una emergencia que, más allá de lo técnico, arrastra una historia de demoras, obras polémicas y descoordinación institucional.

La interrupción del servicio se produjo justo en el lugar donde avanza —o más bien se estanca— la ampliación de la vía La Ferrería, un proyecto vial en La Estrella que, aunque comenzó en 2021, aún no ve la luz al final del asfalto. Según constató este diario, fue allí, en medio de la maquinaria y las zanjas, donde colapsó un empalme de la red secundaria de acueducto, revelando no solo una falla operativa, sino también las grietas de una planeación que parece no haber calculado el impacto de superponer obras sin una coordinación rigurosa.

Empresas Públicas de Medellín (EPM), operador del sistema, explicó que el daño se originó durante la modernización de dos empalmes del circuito de La Estrella. Aunque el tono de los comunicados fue técnico y prudente, lo cierto es que la afectación ha dejado sin agua a más de una docena de barrios, incluyendo sectores densamente poblados como Ditaires, Pilsen, Triana y San Gabriel en Itagüí; y San Andrés, Bellavista y Santa Catalina en La Estrella. En San Antonio de Prado, el impacto ha sido especialmente sensible para instituciones educativas y centros de salud.

Vecinos, líderes comunitarios y veedurías locales han empezado a alzar la voz. Denuncian que esta no es la primera vez que las obras de La Ferrería terminan afectando la cotidianidad del municipio, ya sea por cierres viales, ruido, o ahora, por la interrupción del servicio más esencial. Algunos incluso se preguntan si la obra no se ha convertido en un elefante gris que nadie quiere asumir del todo, mientras las molestias sí las asumen, día a día, los ciudadanos.

La administración municipal de La Estrella ha intentado desmarcarse del problema, sugiriendo que la ejecución técnica no recae directamente sobre ellos. Sin embargo, la ciudadanía insiste en que la obra —por su envergadura e impacto urbano— debió contar con una mesa de seguimiento más rigurosa, en la que se anticipan los riesgos al sistema de acueducto. La falta de esa articulación quedó ahora en evidencia, cuando ya es tarde y el agua no fluye.

En medio del desconcierto, EPM ha prometido soluciones “en el menor tiempo posible”, pero no ha podido comprometerse con una fecha concreta de restablecimiento total. Las caravanas de carrotanques han comenzado a recorrer los barrios afectados, pero el descontento social crece. No se trata solo de una contingencia, sino de una sensación más profunda de abandono y desgaste frente a obras públicas que parecen no terminar nunca y cuyos errores siempre paga el ciudadano de a pie.

Este episodio es una llamada de atención sobre la fragilidad de la infraestructura urbana cuando se enfrenta al cruce de intereses políticos, plazos incumplidos y una comunicación institucional que llega tarde. En La Estrella, como en muchas otras regiones del país, los grandes proyectos no siempre traen progreso inmediato. A veces, traen sed.

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