La jornada más intensa de Petro en la red social X revela caos en su estrategia para enfrentar el final de su mandato

Ni en Doha, ni en El Cairo, ni en Riad: Gustavo Petro nunca abandona su otra residencia, esa que no tiene coordenadas físicas, pero sí políticas —la red social X, antes Twitter—. A pesar de su gira por Qatar, Egipto y Arabia Saudita, el presidente colombiano ha convertido su cuenta en una especie de diario público, una trinchera, un púlpito y, a ratos, un campo de batalla. Lo que antes parecía una costumbre personal se ha transformado en una obsesión que amenaza con eclipsar su discurso político y revelar, en tiempo real, el desorden estratégico que atraviesa el final de su mandato.

Desde el pasado domingo, cuando se celebró la consulta interna del Pacto Histórico y Petro emprendió su viaje a Medio Oriente, su actividad digital se disparó a niveles inéditos. En cuestión de tres días, el mandatario publicó más de 200 mensajes; solo este martes 28 de octubre fueron 75. Entre los trinos se mezclaron reflexiones sobre Gaza, citas bíblicas, alusiones al cambio climático, ataques a Donald Trump, elogios a magnates petroleros y frases crípticas sobre “huracanes salvadores”. En su universo digital, los temas parecen coexistir sin jerarquía, pero con un denominador común: la necesidad de estar siempre al centro de la conversación.

Esa hiperactividad virtual ha despertado preocupación dentro del propio Gobierno. En privado, varios asesores admiten que la relación del presidente con la red social se ha vuelto “tóxica” y contraproducente. No es solo una cuestión de imagen: Petro ha enfrentado múltiples demandas por difamación, retractaciones judiciales y desencuentros diplomáticos provocados por declaraciones improvisadas. Sin embargo, lejos de moderarse, su ritmo de publicación se ha intensificado, al punto de que la Presidencia parece dividirse entre el gabinete ministerial y el feed del mandatario.

El caso más polémico de esta semana fue su mensaje sobre los “huracanes que defienden el Caribe”. En él, el presidente citó un video que mostraba la destrucción causada por un ciclón en Jamaica, interpretándose como una manifestación de la naturaleza contra el extractivismo. El comentario, rápidamente criticado por su tono místico y su falta de sensibilidad ante la tragedia —el fenómeno había cobrado siete vidas—, fue borrado horas después, aunque ya había sido replicado por miles de usuarios. La confusión entre la metáfora y el dogma volvió a jugarle en contra.

Mientras tanto, en Colombia, la oposición aprovecha cada trino para construir un relato de desgobierno. “Petro gobierna por X”, repiten sus críticos, mientras sus aliados intentan justificar que se trata de una forma directa de comunicación con la ciudadanía. Lo cierto es que su cuenta, con más de seis millones de seguidores, funciona más como un termómetro emocional que como un canal institucional. Allí no hay filtros, no hay portavoces, no hay estrategia: solo la voz del presidente, sin mediaciones ni pausas.

El contraste entre la diplomacia que exige su gira internacional y la espontaneidad de sus mensajes digitales es notorio. Mientras se reúne con empresarios del sector energético en el Golfo, Petro lanza trinos sobre “el capitalismo que devora el planeta”. Mientras estrecha la mano de mandatarios árabes, acusa a Occidente de “hipocresía moral” frente a Gaza. La simultaneidad entre lo presencial y lo virtual crea una tensión que, según analistas políticos, refleja el desorden de una administración que confunde comunicación con catarsis.

Expertos en estrategia digital sostienen que la exposición constante del mandatario en redes sociales genera una ilusión de cercanía, pero a costa de la credibilidad. “Cuando todo se comunica, nada se consolida”, resume un consultor político. La saturación de mensajes diluye la fuerza de los anuncios oficiales y alimenta la percepción de improvisación. En tiempos en que la popularidad del presidente cae y la coalición de gobierno se fragmenta, X se convierte en su único escenario de control, aunque cada mensaje parezca una jugada de alto riesgo.

Así, la jornada más intensa de Petro en la red social no sólo revela un exceso de impulsividad, sino también un vacío de dirección política. En lugar de trazar una hoja de ruta para el cierre de su mandato, el presidente parece atrapado en el vértigo del algoritmo, midiendo su relevancia por el número de retuits y no por la eficacia de sus decisiones. Su celular, omnipresente en los viajes y las reuniones, se ha vuelto símbolo y síntoma de un gobierno que, al final del camino, no logra distinguir entre gobernar y tuitear.

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