El encuentro que prometía ser el punto de partida para la consolidación de un gran bloque de centro y derecha con miras a las elecciones de 2026 terminó dejando más dudas que certezas. Convocados bajo la consigna de la unidad y el propósito común de enfrentar al petrismo en las urnas, varios precandidatos y dirigentes se dieron cita en Bogotá. Sin embargo, las ausencias notorias y los silencios calculados dejaron al descubierto las grietas que aún fragmentan a una oposición que no logra hablar con una sola voz.
El evento reunió a figuras de peso dentro del espectro político tradicional. Entre los asistentes se destacaron el senador liberal Mauricio Gómez y el excontralor Carlos Felipe Córdoba, quien suena con fuerza como posible carta del Partido Conservador. También hizo presencia la exvicepresidenta Marta Lucía Ramírez, símbolo del sector conservador más institucional, lo que dio al encuentro un aire de formalidad y representatividad.
A la cita también acudieron dos de los líderes regionales que buscan dar forma al movimiento conocido como La Fuerza de las Regiones: el exgobernador del Meta, Juan Guillermo Zuluaga, y el exalcalde de Bucaramanga, Juan Carlos Cárdenas. Ambos representan un intento por llevar la voz de los territorios a un proyecto nacional que, hasta ahora, parece moverse entre los escritorios bogotanos y las aspiraciones personales.
Otros nombres presentes, como el del exalcalde Enrique Peñalosa, la periodista Vicky Dávila y el exministro Daniel Palacios, reflejan la amplitud de un espectro político que va desde el tecnocratismo hasta el populismo mediático. Todos buscan posicionarse en un escenario en el que la ciudadanía, desencantada de los extremos, podría ser seducida por una propuesta de centro o por una derecha renovada.
Pero la convocatoria también evidenció que la unidad no pasa solo por compartir el mismo escenario. Las ausencias pesan tanto como las presencias. Ni Aníbal Gaviria ni Héctor Olimpo Espinosa, ambos exgobernadores con capital político propio, hicieron acto de presencia. Su ausencia fue interpretada por varios asistentes como una señal de distancia frente a una iniciativa que todavía no ofrece garantías de equidad ni un liderazgo claro.
En los pasillos del encuentro, las conversaciones giraron más en torno a los egos y los cálculos personales que a un programa común. Las desconfianzas entre los sectores liberal, conservador e independiente son palpables, y la idea de una consulta interpartidista en marzo próximo, lejos de consolidarse, parece tambalear por la falta de consensos sobre las reglas del juego.
Los estrategas políticos advierten que, sin un relato unificador ni una estructura sólida, la coalición corre el riesgo de repetir los errores de 2022, cuando la fragmentación del centro-derecha facilitó el ascenso del actual Gobierno. La competencia por quién liderará la consulta podría, paradójicamente, convertirse en el mayor obstáculo para que esta se realice.
El encuentro, más que un acto de cohesión, se sintió como una foto de ocasión: una instantánea de un sector que busca reencontrarse pero que todavía no define su rumbo. Mientras las ausencias hablan y las divisiones persisten, el llamado a la unidad parece, por ahora, una consigna a medias —una aspiración más que una realidad política tangible.












