La férrea defensa del alcalde de Chicago a los inmigrantes en Estados Unidos: No hay extranjeros ilegales

Por estos días, Chicago no solo vibra por su dinamismo urbano y su diversidad cultural, sino también por el tono moral y político que su alcalde, Brandon Johnson, ha querido imprimir al debate migratorio. En una rueda de prensa reciente, el mandatario local protagonizó un momento que ha encendido la conversación nacional: interrumpió a un periodista para rechazar, con contundencia y sin ambages, el uso del término “extranjero ilegal”. Su reacción, cargada de historia y de convicción, fue más que una corrección lingüística: fue una declaración de principios.

El episodio ocurrió el 24 de octubre, cuando un reportero le preguntó sobre un informe presupuestal destinado a la Casa Blanca, refiriéndose a los migrantes como “illegal aliens”. Antes de permitir que la pregunta concluyera, Johnson frenó en seco y respondió con una frase que pronto se haría viral: “No tenemos extranjeros ilegales. El término legal para mi pueblo era esclavos. ¿Quieres que yo también utilice ese término?”. La sala quedó en silencio. El alcalde había logrado lo que pocos: convertir un intercambio rutinario con la prensa en un momento de reflexión sobre la dignidad humana.

Johnson, visiblemente molesto, no se limitó a la anécdota. Aprovechó el instante para remarcar la necesidad de un lenguaje que reconozca la humanidad de los migrantes, a quienes se refirió como “individuos indocumentados”. “Vamos a usar bien el lenguaje”, insistió. En su discurso, el uso de las palabras no es una cuestión semántica, sino una forma de resistencia frente a la deshumanización que, según él, impregna buena parte del discurso político estadounidense.

El alcalde, fiel a su tono progresista, recordó que bajo su administración Chicago continuará destinando recursos significativos a la atención de las comunidades más vulnerables, incluidos los migrantes. Con un presupuesto que asciende a 16.700 millones de dólares, Johnson aseguró que su prioridad seguirá siendo la inversión en educación, vivienda, transporte, justicia ambiental y seguridad comunitaria. “No retrocedamos en nuestro compromiso con la equidad”, afirmó.

Sus palabras encontraron eco inmediato en la representante demócrata Pramila Jayapal, quien salió en su defensa y subrayó que “la presencia indocumentada en Estados Unidos no es un delito penal, sino una falta civil dentro del sistema migratorio”. Para Jayapal, el debate no puede seguir girando en torno a etiquetas cargadas de prejuicios, sino en la búsqueda de políticas humanitarias que reflejen la realidad de millones de personas que llegan al país en busca de una vida mejor.

No es la primera vez que Johnson se enfrenta a una narrativa nacional que tiende a criminalizar la migración. Desde el inicio de su mandato, ha criticado las medidas de control fronterizo promovidas durante la administración de Donald Trump, clasificándolas como “represivas y discriminatorias”. Chicago, ha dicho en múltiples ocasiones, “es y seguirá siendo una ciudad santuario”, una urbe que se construye sobre la diversidad y el respeto por la diferencia.

Las declaraciones del alcalde, sin embargo, no han estado exentas de polémica. Sectores conservadores lo acusan de desviar fondos municipales hacia programas que, según ellos, benefician a quienes no contribuyen legalmente al sistema. Johnson, por su parte, ha respondido que el verdadero costo social radica en permitir que el miedo y el racismo definan las políticas públicas. “Nadie es ilegal por existir”, ha dicho, con una convicción que refleja tanto su formación política como su historia personal.

En un país donde las palabras se han convertido en trincheras ideológicas, la intervención de Brandon Johnson parece recordarle a Estados Unidos que la lucha por los derechos humanos comienza por el modo en que nombramos a los otros. Su defensa de los “individuos indocumentados” trasciende la semántica: es un llamado a la empatía, una invitación a repensar el lenguaje del poder y una advertencia sobre el riesgo de que la indiferencia se normalice. Chicago, bajo su liderazgo, busca no solo dar cobijo a los migrantes, sino también reivindicar su humanidad.

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