El proceso de escisión que buscaban formalizar un grupo de congresistas de la Alianza Verde, con el objetivo de crear un nuevo movimiento político, se ha visto empañado por acusaciones de presiones externas. A pesar de que todo parecía estar encaminado para que en los próximos días se formalizara la separación de este sector, la intervención de la exalcaldesa de Bogotá, Claudia López, ha puesto en peligro la viabilidad de este proceso. La acusación es grave: López, aunque no forma parte de la colectividad, habría presionado para que el nuevo grupo le otorgara el aval presidencial para las elecciones de 2026 sin posibilidad de discusión.
Los congresistas que promovieron la escisión, liderados por figuras como Angélica Lozano y Katherine Miranda, denuncian que la exalcaldesa intentó imponer sus condiciones sin tomar en cuenta la voluntad del grupo ni abrir espacio a un debate interno. Según fuentes cercanas a los disidentes, López habría demandado que el nuevo movimiento respaldara su candidatura presidencial sin más deliberación, una exigencia que ha generado malestar entre los congresistas que buscan una estructura política más democrática y menos centralizada. «No queremos ‘Claudillismo'», señalaron, advirtiendo que no están dispuestos a construir un partido bajo la sombra de una sola figura.
Este conflicto pone en evidencia una de las grandes tensiones dentro de la política colombiana: la lucha por el control dentro de los movimientos políticos y la presión de figuras prominentes para dirigir las decisiones hacia intereses personales. Aunque el grupo de congresistas disidentes buscaba crear una alternativa a la Alianza Verde, que se sintiera más libre de la influencia de la actual administración del presidente Gustavo Petro, la sombra de Claudia López parece haber pesado más de lo esperado.
Uno de los puntos claves de la disputa es la acusación de que el grupo promovente de la escisión desea evitar una estructura de poder que se asemeje a la de los partidos tradicionales, donde los liderazgos centralizados definen todo. La idea de que un partido se convierta en una plataforma para la ambición personal de unos pocos es precisamente lo que este grupo intentaba evitar al tomar la decisión de separarse. Sin embargo, la intervención de López en este proceso ha puesto en duda las intenciones de los promotores de la escisión.
La situación también revela una faceta poco visible de la política colombiana: la presión mediática y social que ciertos líderes ejercen sobre sus propios partidos. Claudia López, como figura pública de gran peso, no solo tiene seguidores dentro de la Alianza Verde, sino que también tiene aliados dentro de este nuevo bloque. Sin embargo, la forma en que se manejó su intervención ha sido vista por algunos como un intento de cooptar el proceso y colocar a su pareja, la senadora Angélica Lozano, en una posición privilegiada dentro de la nueva estructura.
Este tipo de situaciones resalta la falta de mecanismos internos de control y de deliberación política en muchos partidos colombianos. En lugar de abrir el debate para discutir propuestas y liderazgos, la decisión de Claudia López parece haber sido un intento de cerrar rápidamente cualquier posibilidad de que el nuevo movimiento se definiera sin su influencia directa. A esto se le suma la fragilidad del proceso político colombiano, donde las decisiones de figuras de alto perfil pueden alterar los proyectos políticos sin que se abra un espacio para la discusión interna.
El momento para esta escisión no podría haber sido más delicado. Mientras el país atraviesa una profunda polarización política, con el gobierno de Petro en el centro del debate, la Alianza Verde enfrenta una crisis interna. Muchos miembros del partido consideran que la relación con el oficialismo está llevando a la colectividad a perder su identidad, pero la intervención de Claudia López ha dejado claro que no solo es el gobierno el que puede generar fracturas dentro de los movimientos políticos, sino también las ambiciones personales de sus propios miembros.
Por ahora, la escisión de la Alianza Verde sigue siendo un proceso en suspenso. La presión sobre los congresistas disidentes es considerable, y la sombra de Claudia López ha complicado aún más el camino hacia la conformación de un nuevo partido. Lo que inicialmente parecía un proyecto de renovación política podría quedar atrapado en una disputa por el liderazgo, lo que podría restarle legitimidad y apoyo a una iniciativa que surgió con el propósito de generar un cambio real en el panorama político colombiano.