La ciudad que sueña en carpa: Medellín abre el telón del Festival de Circos

Por estos días, Medellín se prepara para un festín de acrobacias, risas, malabares y magia popular. No será en teatros elegantes ni en grandes escenarios de concreto, sino bajo las lonas multicolores que evocan la infancia y el asombro. Del 20 al 23 de junio, la ciudad se llenará de arte y alegría con la 14ª edición del Festival de Circos, una apuesta por democratizar la cultura y llevarla, literalmente, a los barrios, a las comunas, a los corregimientos. A través de más de 70 funciones gratuitas, los medellinenses podrán recordar que el circo no es sólo espectáculo: también es resistencia, memoria y comunidad.

Como ya es tradición, el festival —organizado por la Alcaldía de Medellín— se inscribe dentro de las vacaciones de mitad de año, ese respiro escolar que permite reunir a las familias en torno al juego y la cultura. Ocho carpas estarán distribuidas por la ciudad y sus corregimientos, convirtiendo parques, bibliotecas y plazas en escenarios donde se celebrará la creatividad del circo contemporáneo y el talento local, buena parte del cual ha florecido gracias a las Convocatorias de Fomento y Estímulos para el Arte y la Cultura. Medellín, que ha aprendido a contarse en clave artística, vuelve a apostarle al circo como puente entre generaciones y territorios.

La inauguración del festival será una fiesta de calle y color: el jueves 20 de junio, desde las 10:00 de la mañana, un desfile artístico recorrerá la carrera Carabobo, desde el Edificio Vásquez hasta la emblemática Plaza Botero. En él participarán 24 agrupaciones que, entre tambores, zancos, vestuarios estrafalarios y narices rojas, darán el primer campanazo para anunciar que el arte ha tomado la ciudad. Será un ritual de apertura popular, vibrante y diverso, como debe ser un circo en una ciudad viva.

Los escenarios elegidos para esta edición tienen tanto de geografía como de símbolo. El Parque Biblioteca Tomás Carrasquilla en Robledo y su gemelo en Guayabal, el tradicional Cerro Nutibara con el Circo Medellín, y espacios comunitarios de Santa Cruz, Manrique y Buenos Aires recibirán las funciones. También los corregimientos de Santa Elena y San Antonio de Prado se vestirán de gala para recibir a artistas que, más que entretener, narran sus territorios desde la acrobacia, el clown, el equilibrio y la poesía de cuerpo. Aquí, cada función es un acto de afirmación cultural y dignidad.

Pero más allá del número de funciones o de la logística, lo que hace único al Festival de Circos de Medellín es su vocación pedagógica y comunitaria. No es un espectáculo para pocos, sino un ejercicio de descentralización cultural. Cada función gratuita, cada niño que ríe, cada madre que aplaude y cada adulto mayor que se conmueve devuelve al arte su poder esencial: crear vínculos donde antes hubo distancias. Medellín, con su historia compleja, ha entendido que la cultura no es adorno, sino herramienta de transformación.

Este año, además, el festival se convierte en una vitrina del talento emergente, en especial de aquellos artistas que han sido parte de procesos de formación comunitaria. Muchos de los grupos que estarán en escena han crecido al calor de las bibliotecas públicas, de las casas de cultura, de los semilleros barriales. El circo, entonces, no es solo entretenimiento, sino testimonio: de cómo una ciudad puede reinventarse desde abajo, desde lo lúdico, desde el arte que no necesita traducción.

Así pues, durante cuatro días Medellín se transforma en una carpa gigante, en un escenario abierto donde la ciudadanía es espectadora, protagonista y aliada. Que suene la música, que rueden los malabares, que se eleven los trapecios. Porque en tiempos donde la crudeza del día a día parece ganar terreno, el arte del circo viene a recordarnos algo fundamental: que reír también es resistir, y que toda ciudad merece su momento de magia.

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