Héctor Carvajal: una elección anunciada, una toga en la cuerda floja 

No hubo sobresaltos, ni giros imprevistos, ni tensiones de último minuto. Como si el libreto estuviera ya ensayado y memorizado, el Senado de la República eligió a Héctor Alfonso Carvajal como nuevo magistrado de la Corte Constitucional. Su nombre, propuesto por el presidente Gustavo Petro, obtuvo 66 votos: mayoría suficiente para sellar lo que muchos ya daban por hecho. Una elección sin sorpresas, pero no por ello carente de implicaciones.

Carvajal no es un desconocido en los pasillos del poder. Abogado de confianza del presidente, fue su defensor ante el Consejo Nacional Electoral en el caso por presunta violación de topes en campaña. También fue tentado por Petro para el Ministerio de Justicia, oferta que declinó, aunque no sin dejar claro que su cercanía con el Ejecutivo era más que protocolaria. Con este telón de fondo, su ascenso a la Corte no solo es un triunfo jurídico, sino también político.

En sus primeras declaraciones tras la elección, Carvajal se presentó como un demócrata abierto al diálogo, “amante de la vida” y con una mano tendida para todos los sectores. El tono conciliador contrasta con las suspicacias que despierta su elección: ¿puede un hombre tan cercano al presidente ejercer con la independencia que exige la Corte Constitucional? ¿Es posible dejar el ropaje político en la puerta del estrado?

Las dudas no son menores. La Corte Constitucional es uno de los últimos contrapesos del poder en Colombia, una institución que históricamente ha servido de freno a excesos legislativos y ejecutivos. La llegada de Carvajal, en medio de una coyuntura polarizada y con una Corte que deberá pronunciarse sobre reformas estructurales del actual gobierno, no pasará inadvertida. El contexto es delicado, y las decisiones que se avecinan, trascendentales.

Carvajal es, además, un hábil tejedor de puentes. Fue él quien logró sentar en la misma mesa al presidente Petro y al expresidente Uribe en tres ocasiones. Un gesto que algunos le reconocen como muestra de madurez política, pero que otros interpretan como una estrategia para posicionarse en medio de dos bloques ideológicos antagónicos. En un país donde la política se mide por la fidelidad o la traición, Carvajal parece navegar entre aguas turbulentas con maestría.

La terna, integrada también por Karena Caselles Hernández y Didima Rico Chavarro, no representaba una amenaza real para Carvajal. Con 66 votos, su victoria fue clara, aunque no unánime. Y aunque el procedimiento fue impecable desde lo formal, el fondo sigue generando preguntas. ¿Hasta qué punto se puede hablar de independencia cuando hay tantos vínculos con el poder que propone?

En su formación académica, Carvajal suma especializaciones en Derecho Administrativo y Derecho Procesal Civil, además de una trayectoria que combina litigio, cátedra y asesorías de alto nivel. El reto ahora será demostrar que su toga no responde a lealtades políticas sino al mandato de la Constitución. Tendrá en sus manos decisiones que marcarán el rumbo de la nación: desde los derechos fundamentales hasta la reforma a la salud, pasando por la paz total y la justicia transicional.

El Senado cumplió con su deber constitucional. El país, ahora, observa. En tiempos donde la confianza en las instituciones se tambalea, el nuevo magistrado deberá probar que su nombramiento no fue solo un gesto de cercanía al poder, sino un compromiso con el equilibrio, la justicia y el espíritu republicano. Porque en la Corte, más que en ninguna otra parte, lo que está en juego no es una carrera profesional: es la democracia misma.

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