Habla Claudia López: Hay traqueto política a cambio de votos para el Pacto Histórico

En medio de un ambiente político cada vez más caldeado, la exalcaldesa de Bogotá, Claudia López, volvió al ruedo con una afirmación que sacude la escena nacional: “hay traqueto política a cambio de votos para el Pacto Histórico”. La frase, lanzada durante una visita a Medellín, no solo marca distancia con el presidente Gustavo Petro, sino que configura el tablero de la oposición de cara a las elecciones presidenciales de 2026. López, que desde junio recorre el país recogiendo firmas para avalar su candidatura, apunta con nombre propio a lo que considera una “alianza perversa” entre sectores criminales y el proyecto político del Gobierno.

La ex mandataria bogotana, reconocida por su verbo afilado y su estilo directo, ha decidido emprender una cruzada que combina diagnóstico nacional y proyección electoral. Su meta es ambiciosa: reunir al menos 635.000 firmas para presentar su aspiración presidencial. Desde el Orinoco hasta Urabá, López ha recorrido ya 205 municipios en 29 departamentos, y asegura que su propósito es escuchar, más que prometer. “El mejor doctorado en la vida es la calle”, dice. “He visitado campesinos, empresarios, pescadores y mujeres cabeza de hogar que siguen creyendo en Colombia, a pesar de la desilusión que ha dejado este gobierno”.

En su paso por Medellín, la exsenadora lanzó una de las críticas más fuertes que ha recibido la política de “paz total” de Gustavo Petro. Según ella, esa estrategia no ha traído tranquilidad sino expansión del crimen organizado. “El presidente no hace ni deja hacer. Mientras habla de paz, los grupos armados avanzan y las regiones quedan a merced de las extorsiones y el miedo”, afirma. Para López, lo que se está gestando es una peligrosa cooptación del Estado local mediante acuerdos implícitos con estructuras criminales que terminan respaldando al oficialismo en los territorios.

“Después de derrotar a Petro, lo más importante es recuperar la seguridad”, sentencia con énfasis. La frase, que podría convertirse en lema de campaña, condensa su visión sobre el rumbo que debe tomar el país. Para ella, la prioridad no es sólo cambiar de gobierno, sino reconstruir la confianza ciudadana y garantizar que las regiones vuelvan a tener presencia efectiva del Estado. “No puede haber democracia donde manda el miedo”, insiste.

Durante su recorrido, López asegura haber encontrado un país que “resiste con dignidad”. Desde comunidades productoras de plátano en Urabá hasta proyectos de ecoturismo en el Pacífico, dice haber visto más esperanza que resignación. “La gente está cansada de la polarización. Nadie quiere volver al pasado del uribismo, pero tampoco seguir con la decepción del petrismo”, afirma, aludiendo a lo que describe como una búsqueda de una alternativa de centro, reformista y moderna.

El tono de sus declaraciones refleja la estrategia que empieza a perfilar su campaña: distancia crítica del actual gobierno, pero sin abrazar las banderas del uribismo. López quiere presentarse como una figura capaz de unir a un país fracturado, que ha transitado del desencanto con la derecha al descontento con la izquierda. “Colombia no necesita más caudillos, necesita equipos que gobiernen con rigor, con ética y con resultados”, asegura.

Las acusaciones sobre la supuesta “traqueto política” prometen levantar ampolla en los próximos meses. López no ha presentado pruebas concretas, pero sostiene que existen indicios de pactos entre estructuras ilegales y operadores políticos vinculados al Pacto Histórico. Su denuncia busca instalar en el debate público la idea de que la “paz total” se ha convertido en una plataforma para negociar poder, más que para alcanzar la reconciliación nacional. “No se puede hacer la paz con los criminales a cambio de votos”, recalca.

A falta de casi dos años para las elecciones, Claudia López emerge como una de las voces más vehementes del nuevo centro político colombiano. Su discurso mezcla indignación y protesta, denuncia y relato. Pero sobre todo, se nutre de un contacto directo con la gente que busca convertirse en capital político. “Mi recorrido no es solo por firmas —concluye—, es por esperanza. Colombia merece volver a creer que un gobierno decente, con carácter y con resultados, sí es posible”.

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