La política en América Latina es un terreno en constante cambio, donde las figuras presidenciales son evaluadas bajo la lupa de la opinión pública, con altos y bajos que dependen tanto de sus políticas internas como de su proyección internacional. Recientemente, un estudio realizado por CB Consultora Opinión Pública reveló las calificaciones de los presidentes en la región, y el presidente colombiano, Gustavo Petro, se encuentra en una posición intermedia que refleja tanto logros como desafíos en su gestión. Con una aprobación del 37,6%, Petro se ubica en el séptimo lugar de este ranking, una leve caída en comparación con la medición de agosto de 2024, lo que nos invita a reflexionar sobre su desempeño y el impacto de sus políticas en la percepción pública.
El presidente uruguayo Yamandú Orsi, quien asumió recientemente el cargo, lidera la lista con un impresionante 52,9% de imagen positiva, un indicador claro de la expectación que genera su llegada al poder. Le siguen mandatarios como Daniel Noboa de Ecuador (47,5%) y Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil (46,5%), quienes también mantienen una imagen favorable entre sus ciudadanos. En comparación, Petro ocupa una posición que refleja un apoyo moderado, pero también señala las tensiones internas que enfrenta, como los retos económicos y sociales que han marcado su mandato en Colombia.
A pesar de esta caída en su imagen, la situación de Petro no es alarmante si se compara con otros mandatarios de la región. Figuras como Nicolás Maduro de Venezuela (30,1%) y Luis Arce de Bolivia (29,2%) registran niveles aún más bajos de aprobación, lo que sugiere que el presidente colombiano mantiene un apoyo significativo dentro del contexto latinoamericano. Sin embargo, es importante destacar que la percepción de Petro varía considerablemente dentro de Colombia, dependiendo de la región y de los sectores que lo apoyan o critican con más fuerza.
En el caso específico de Petro, su administración ha estado marcada por políticas de corte progresista que incluyen reformas laborales, sociales y ambientales. Sin embargo, la implementación de algunas de estas reformas ha generado polarización, especialmente en sectores económicos tradicionales que ven sus medidas como una amenaza para el crecimiento y la estabilidad. Esta división puede explicar en parte su caída en el ranking, pues mientras unos sectores lo apoyan fervientemente, otros critican la falta de concreción en sus promesas y la polarización generada.
Por otro lado, la gestión de Petro también ha estado bajo la lupa debido a los problemas económicos que enfrenta Colombia, como la inflación, el desempleo y el aumento de la pobreza en algunas regiones del país. A pesar de que su gobierno ha tratado de implementar políticas para mitigar estos efectos, la incertidumbre económica y la falta de resultados inmediatos afectan su imagen. Los sectores más críticos acusan a la administración de no haber cumplido con las expectativas generadas al inicio de su mandato, lo que ha contribuido a la caída en su favorabilidad.
En este contexto, el presidente colombiano también tiene que enfrentar la realidad de ser parte de una región política y económicamente compleja, donde los cambios son rápidos y las tensiones internas pueden ser tan fuertes como las externas. La reciente medición muestra que su popularidad está lejos de los altos niveles alcanzados por otros líderes, pero al mismo tiempo, la diferencia con los más bajos puede ser interpretada como una muestra de resiliencia frente a las adversidades que su gobierno enfrenta.
Una de las preguntas clave que surgen de este análisis es si la caída en la aprobación de Petro es temporal o si marcará una tendencia a largo plazo. Las reformas que ha impulsado, especialmente en el ámbito de la justicia social y la transición energética, pueden tener efectos positivos en el futuro, pero su implementación efectiva será crucial para la percepción de su legado. A medida que se acercan las elecciones de 2026, Petro deberá encontrar un equilibrio entre su base de apoyo y los sectores más escépticos para consolidar su imagen antes de que se decida su futuro político.
Finalmente, es relevante también el impacto de los senadores colombianos en el ámbito regional. Iván Cepeda, Aída Avella y María Fernanda Cabal son los congresistas mejor valorados en Colombia, lo que refleja el interés de la opinión pública por los actores políticos que, aunque no estén en el ejecutivo, tienen un peso significativo en la configuración del debate nacional. Esta valoración también muestra cómo las dinámicas políticas locales influyen en la percepción global del país, y cómo figuras políticas de distintas vertientes ideológicas tienen el poder de influir en la opinión pública más allá de sus funciones legislativas.