Una noche de argumentos filosos y memoria histórica sacudió el panorama jurídico y político del país. En lo que ya muchos llaman “El Debate Jurídico del Año”, el ministro de Justicia, Luis Eduardo Montealegre, y el abogado constitucionalista José Mauricio Gaona protagonizaron un cara a cara que no solo expuso profundas diferencias sobre el rumbo institucional del gobierno de Gustavo Petro, sino que dejó al Ejecutivo en una posición frágil frente a la opinión pública. El escenario fue un panel organizado por W Radio, Caracol Radio y El País de España, que terminó siendo más que un simple encuentro académico: fue una interpelación directa a los límites del poder y a la responsabilidad de las instituciones.
Montealegre, con su pasado como magistrado y fiscal general, defendió la legalidad del decreto de convocatoria a una consulta popular y no ocultó la inclinación del Gobierno hacia una posible Asamblea Constituyente. Su tesis: el orden jurídico debe ser un instrumento de transformación y no una camisa de fuerza para los gobiernos que encarnan el mandato popular. En contraposición, Gaona —con su tono pausado pero firme— desmanteló esa narrativa con la solidez de un académico curtido y la autoridad moral de un hijo que heredó no solo el conocimiento, sino el sacrificio de su padre, el magistrado Manuel Gaona Cruz, asesinado durante la toma del Palacio de Justicia.
El momento más conmovedor y, al mismo tiempo, más poderoso del debate lo protagonizó precisamente Gaona, al dirigirse con vehemencia a los magistrados de la Corte Constitucional. “Mi padre dio la vida defendiendo el orden constitucional que hoy el ministro y el presidente quieren cambiar”, dijo con voz quebrada. Y añadió: “La historia se los exige, sus hijos se los exigen y Colombia lo necesita”. La sala, silenciosa, pareció detenerse en ese instante. Las palabras trascendía lo técnico: eran un llamado ético a la conciencia de quienes hoy deciden el futuro de la República.
En el plano estrictamente jurídico, Gaona fue contundente. Señaló que la apelación al “bloqueo institucional” no es más que una forma disfrazada de impaciencia democrática. “Permítame recordarle que el bloqueo institucional que usted llama, la ciencia política y constitucional en el mundo le llama oposición, y permítame recordarle que la oposición es el precio que se paga por tener una democracia”. Esta afirmación, celebrada por juristas y ciudadanos por igual, desmontó uno de los pilares retóricos del Gobierno para justificar su impulso de reformas por fuera del Congreso.
Montealegre, aunque mantuvo la compostura, no logró desmontar la carga simbólica ni argumentativa de Gaona. Sus intervenciones, a ratos encajonadas en tecnicismos, no encontraron el mismo eco. Lo que pretendía ser una defensa de la acción gubernamental terminó evidenciando la soledad conceptual en la que a veces se encuentra el ministro, atrapado entre su pasado como garante constitucional y su presente como vocero de un Ejecutivo que desafía las formas establecidas.
Más allá del resultado del debate, lo que quedó claro es que el país atraviesa un momento bisagra. La consulta popular por decreto y la sombra de una constituyente no son solo herramientas políticas, sino desafíos directos al orden institucional vigente. Y en ese escenario, voces como la de Gaona adquieren un valor inusitado: no solo por lo que saben, sino por lo que representan. La defensa de la democracia no siempre se libra en las plazas ni en las redes, a veces ocurre frente a un micrófono, en horario estelar, y con el peso de la historia en la voz.
El debate dejó mal parado al ministro de Justicia y, por extensión, al gobierno Petro. No porque haya perdido un duelo retórico, sino porque, en contraste con la mesura, la profundidad y la convicción de su contradictor, la defensa del Ejecutivo pareció débil, improvisada y ajena a la tradición institucional que dice defender. Fue, en suma, una lección de derecho, de historia y de ética. Una de esas noches en que el país se mira en el espejo de sus mejores juristas y se pregunta si aún está a tiempo de corregir el rumbo.