Las alarmas se encienden en los pasillos del sector energético colombiano. Ecopetrol, la joya de la corona de las finanzas públicas, reportó utilidades por apenas $1,81 billones en el segundo trimestre de 2025, una cifra que no solo marca el nivel más bajo desde la pandemia, sino que además representa una caída del 82,7 % frente a los $10,4 billones que alcanzó en el mismo periodo de 2022. Nunca antes, durante el gobierno de Gustavo Petro ni bajo la presidencia de Ricardo Roa, se había registrado un desempeño financiero tan discreto.
Lo más paradójico es que este desplome se da en un contexto de producción récord. En los meses de abril a junio, Ecopetrol alcanzó una extracción diaria de 755.000 barriles, impulsada principalmente por los campos Caño Sur, CPO-09 y la operación en la cuenca Permian en Estados Unidos. Sin embargo, esa bonanza operativa no se tradujo en ingresos robustos. Las ventas totales de la compañía también cayeron un 9,1 %, al pasar de $32,6 billones a $29,6 billones en el mismo lapso.
Esto plantea una pregunta obligada: ¿cómo puede una petrolera vender más barriles, pero ganar menos dinero? La respuesta, según la propia compañía, está en el contexto internacional. El presidente de Ecopetrol, Ricardo Roa, explicó que el 65 % de la caída en utilidades se explica por la baja del precio del crudo Brent en los mercados globales. En 2022, el barril se cotizaba en promedio a US$105, mientras que en este trimestre apenas alcanzó los US$66. A eso se suma una tasa de cambio menos favorable: el dólar pasó de los $5.000 a niveles cercanos a los $4.000.
Pero el entorno va más allá de cifras técnicas. El país ha sido testigo en los últimos meses de bloqueos, protestas sociales y tensiones regionales que afectan no solo la logística de producción y distribución, sino también la percepción internacional del riesgo país. Estos factores, aunque intangibles en los estados financieros, impactan directamente en las operaciones de la estatal y su capacidad para atraer inversión o negociar contratos en condiciones ventajosas.
Los expertos consultados señalan que este panorama debe leerse con cautela. La caída de las ganancias no significa necesariamente un descalabro estructural, pero sí es un campanazo que obliga a repensar el modelo de ingresos de la empresa en un mundo que avanza —aunque a distintas velocidades— hacia la transición energética. La alta dependencia del precio internacional del petróleo deja a Ecopetrol vulnerable frente a las turbulencias del mercado global.
Ricardo Roa ha insistido en que los resultados “se dan en un contexto extraordinario” y que las comparaciones con el año 2022 deben hacerse con cuidado. No obstante, el informe trimestral refleja una realidad innegable: la fortaleza financiera que Ecopetrol mostró tras la pandemia se ha debilitado y los márgenes de maniobra se reducen en la medida en que se mantenga esta tendencia.
El desafío para los próximos trimestres será doble. Por un lado, contener la caída de las utilidades sin sacrificar la eficiencia operativa ni las inversiones estratégicas. Por otro, comunicar con mayor claridad a la ciudadanía —que sigue viendo en Ecopetrol una fuente de riqueza nacional— por qué, aun en tiempos de alta producción, la bonanza no se traduce en dividendos espectaculares. Porque el petróleo, como los gobiernos, también tiene ciclos.