El fútbol europeo aún no termina de digerir la noticia que estremeció al mundo del deporte: la muerte del delantero portugués Diogo Jota, figura del Liverpool y de la selección nacional de Portugal. Las investigaciones preliminares, reveladas por la Guardia Civil española, apuntan a que el accidente que le costó la vida, así como la de su hermano menor André, también futbolista, fue causado por un “exceso elevado de velocidad”. La tragedia ocurrió la noche del 2 al 3 de julio en una autovía del noroeste de España, donde el Lamborghini en el que viajaban se salió de la vía y se incendió casi de inmediato.
Durante los primeros días posteriores al accidente, se barajó la hipótesis de un reventón de neumático mientras el vehículo realizaba una maniobra de adelantamiento. Sin embargo, tras analizar las marcas dejadas por el coche en el asfalto y los restos calcinados, las autoridades han dado un giro en sus conclusiones. La Guardia Civil confirmó a los periodistas que las señales del terreno y el estado del vehículo apuntan de manera casi unívoca al exceso de velocidad como la principal causa del siniestro.
La imagen de Jota, sereno en la cancha y letal en el área, choca ahora con el retrato sombrío de una carrera desbocada en la carretera. De acuerdo con los reportes, el delantero era quien conducía el vehículo al momento del impacto. “Todas las pruebas realizadas hasta ahora indican que el conductor era Diogo Jota”, afirmó un vocero de la Guardia Civil. Las condiciones del siniestro —el fuego, la pérdida total del vehículo, y la violencia del impacto— impidieron inicialmente una identificación certera, pero el análisis forense confirmó la versión oficial.
André Jota, su hermano y también jugador profesional en la segunda división de Portugal, lo acompañaba en el trayecto. Ambos murieron en el acto, según los reportes de los servicios de emergencia, que llegaron minutos después al lugar del accidente, solo para confirmar la peor noticia. La zona donde ocurrió el hecho, una curva amplia y abierta de la autovía, no tiene historial reciente de accidentes graves, lo que refuerza la hipótesis de la velocidad como factor determinante.
La muerte de los hermanos Jota ha provocado una oleada de dolor en Portugal, España y Reino Unido. En Anfield, estadio del Liverpool, los aficionados han convertido la entrada principal en un altar improvisado, repleto de flores, camisetas, velas y mensajes. En Portugal, el gobierno decretó un día de luto oficial. El presidente Marcelo Rebelo de Sousa lo describió como “una pérdida absurda y dolorosa, no solo para el deporte, sino para toda una generación que creció viéndolo jugar”.
El caso también ha abierto una conversación sobre los límites entre fama, juventud y velocidad. No es la primera vez que un deportista de élite fallece en circunstancias similares. La fascinación por los autos de lujo, la adrenalina de la carretera y la aparente inmunidad de quienes están en la cima, generan una peligrosa ilusión de invisibilidad. En este caso, esa ilusión terminó cobrando un precio irreversible.
Mientras avanza la investigación para cerrar todos los cabos sueltos, la familia del fútbol europeo se despide de un jugador que, a sus 27 años, estaba en pleno ascenso. La promesa de su zurda potente y sus goles decisivos queda congelada en el tiempo, junto con la vida de su hermano. La carretera que los vio partir será, para siempre, un recordatorio de que ni la fama ni el talento protegen contra la fatalidad.