Entre la tormenta y el diálogo: la compleja hora de las relaciones entre Colombia y EE. UU.

En medio de una de las coyunturas diplomáticas más tensas en los últimos años, John McNamara, encargado de negocios de Estados Unidos en Colombia, visitó la redacción de El Espectador para hablar con franqueza sobre lo que él mismo define como “un momento de turbulencia”. La reciente descertificación de Colombia en la lucha contra las drogas, así como la sorpresiva revocatoria de visas al presidente Gustavo Petro y a varios miembros de su gabinete, han marcado un punto de quiebre en una relación histórica que, sin embargo, McNamara insiste en preservar y proyectar hacia el largo plazo.

Lejos del tono conciliador que suele caracterizar a los diplomáticos en tiempos difíciles, McNamara no eludió los cuestionamientos. “Sería una lástima estar otros diez meses sin avanzar en temas importantes”, afirmó, en alusión al tiempo que le resta al Gobierno Petro y a los desafíos pendientes entre ambos países. Su visión, no obstante, no es pesimista. “Colombia y Estados Unidos han tenido diferencias antes, pero también tenemos instituciones fuertes y un marco de cooperación que no desaparece por un desacuerdo puntual”, explicó.

Sobre la decisión que ha desatado una tormenta política y mediática —la cancelación de la visa del presidente Petro—, McNamara fue directo: “La decisión se tomó debido a sus acciones imprudentes e incendiarias”. En referencia al discurso pronunciado por el mandatario colombiano el pasado 26 de septiembre en Nueva York, el diplomático sostuvo que fue inadmisible que un jefe de Estado invitara a soldados estadounidenses a desobedecer órdenes. “Eso es peligroso, irresponsable y contrario a nuestros valores compartidos”, sentenció.

Aunque se negó a confirmar si la decisión había sido anticipada al Gobierno colombiano, McNamara dejó claro que la conducta del presidente fue considerada una línea roja. “Sus palabras hablan por sí solas”, dijo, dejando entrever que no hubo margen para interpretaciones diplomáticas. El mensaje de Washington es firme: la seguridad institucional y la obediencia al mando militar no son temas que se negocien, ni siquiera entre aliados históricos.

Pese a la gravedad del incidente, el diplomático no cerró la puerta al diálogo. Aseguró que el interés de su país es seguir trabajando con Colombia en temas clave como la lucha contra el narcotráfico, la transición energética y la defensa de los derechos humanos. “La relación bilateral no depende solo de un presidente ni de una coyuntura. Hay una historia, una agenda compartida y millones de ciudadanos en ambos países que se benefician de nuestra cooperación”, subrayó.

Consultado sobre la posibilidad de un deshielo antes de que termine el actual gobierno, McNamara se mostró cautelosamente optimista. Reconoció que los próximos diez meses serán políticamente complejos, pero insistió en que no deben desperdiciarse. “Nuestro compromiso es con el pueblo colombiano y con una relación constructiva, más allá de las diferencias puntuales con sus líderes actuales”, afirmó.

En tiempos donde los gestos se interpretan más que las palabras, la entrevista con McNamara deja entrever que la relación entre Colombia y Estados Unidos, aunque golpeada, no está rota. Como en toda tormenta diplomática, lo que venga dependerá no solo de las decisiones oficiales, sino también de la voluntad de reconstruir puentes en lugar de seguir cavando trincheras.

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