La mañana de este lunes comenzó con una preocupación inesperada para cientos de familias del suroccidente de Medellín. Las intensas lluvias de las últimas horas provocaron una creciente en la quebrada La Picacha, cuyos altos niveles de turbiedad obligaron a Empresas Públicas de Medellín (EPM) a detener el funcionamiento de la planta de potabilización Aguas Frías, una medida que dejó sin servicio de acueducto a más de 1.933 usuarios.
El fenómeno, aunque no inédito, sí alerta sobre la vulnerabilidad del sistema hídrico urbano ante los embates del clima. La decisión de suspender el tratamiento de agua no fue tomada a la ligera. Según EPM, las partículas sólidas arrastradas por la corriente exceden los límites permisibles para el adecuado proceso de potabilización, lo que representa un riesgo tanto para la infraestructura como para la salud pública.
Los barrios Aguas Frías, Las Violetas y San Pablo son los más afectados por esta situación. En estas zonas, residentes reportaron desde temprano la interrupción del servicio, lo que generó una ola de inquietud, especialmente en hogares con adultos mayores, niños y personas con condiciones de salud delicadas que dependen del suministro constante de agua potable.
Como medida de contingencia, la empresa ha dispuesto carrotanques para garantizar el acceso mínimo al líquido vital en las zonas afectadas. Aunque el servicio alternativo ha empezado a operar, los habitantes aseguran que la cobertura es insuficiente y los tiempos de espera, largos. “Llevamos más de tres horas esperando el carro tanque. No sabemos si va a pasar hoy”, comentó una vecina del barrio Las Violetas.
Desde EPM se ha hecho un llamado a la calma y a mantenerse informados a través de sus canales oficiales. La compañía asegura que monitorea constantemente el comportamiento de la quebrada y que, tan pronto se normalicen las condiciones, reactivará el sistema de potabilización. Sin embargo, no se ha establecido un tiempo estimado para el restablecimiento total del servicio.
El episodio pone nuevamente sobre la mesa la necesidad de fortalecer las capacidades de respuesta ante fenómenos climáticos extremos, cuya frecuencia parece estar aumentando en el Valle de Aburrá. Expertos en gestión del riesgo advierten que es urgente modernizar las infraestructuras y actualizar los planes de contingencia, no solo para asegurar el suministro de agua, sino para evitar emergencias mayores.
Mientras tanto, las comunidades afectadas se ven obligadas a reorganizar su rutina diaria. Actividades tan simples como preparar alimentos o lavar la ropa se han convertido en un desafío logístico, especialmente en sectores vulnerables donde no hay recursos para almacenar agua con anticipación. La situación es un recordatorio de lo esencial —y a menudo subestimado— que es el acceso continuo a este recurso.
Esta emergencia, que comenzó como una consecuencia directa de la temporada de lluvias, se convierte hoy en un espejo de las brechas estructurales que aún persisten en el sistema de servicios públicos. Más allá de las soluciones inmediatas, lo que Medellín necesita es una política de largo aliento que articule prevención, infraestructura y participación ciudadana frente al cambio climático.