El susurro del dólar: señales de alivio o calma pasajera

En medio de un panorama global marcado por incertidumbres geopolíticas y tensiones comerciales, la economía colombiana recibió esta semana una señal inesperadamente alentadora: el dólar rompió el piso simbólico de los $3.900, alcanzando su valor más bajo en lo que va del año. Aunque para muchos esta cifra puede parecer una simple estadística, detrás de ella se teje una narrativa más compleja que involucra factores externos, expectativas de mercado y un respiro económico para un país que ha navegado tiempos convulsos.

La divisa estadounidense se negoció este jueves en la Bolsa de Valores de Colombia con una cotización mínima de $3.891, muy por debajo de los niveles a los que se había acostumbrado el país desde la pandemia. Durante la jornada, el dólar abrió en $3.916, alcanzó un máximo de $3.918,25 y cerró en $3.892, con un promedio de $3.903,57. Más allá de la cifra, lo significativo fue el volumen de negociación: US$1.343 millones, muy por encima del promedio diario de US$1.191 millones, lo que evidencia un mercado dinámico y, al parecer, lleno de expectativas.

Analistas de Davivienda Corredores señalaron que detrás de esta caída estarían operaciones de venta por parte de agentes extranjeros y algunos intermediarios locales. Es decir, no se trató de una casualidad, sino de movimientos estratégicos en el mercado de contado que reflejan una visión de corto plazo más optimista frente al peso colombiano. A esto se suma la influencia de la devaluación del dólar frente a otras monedas —según el índice DXY— y la expectativa de que el Gobierno nacional empiece a monetizar los recursos obtenidos en su reciente emisión de bonos en euros, por 4.100 millones.

Esta coyuntura tiene implicaciones que van mucho más allá de los mercados financieros. Un dólar más barato significa, entre otras cosas, una reducción en el costo del servicio de la deuda externa, lo cual le da cierto margen de maniobra fiscal al Estado. Además, puede traducirse en un alivio inflacionario para los consumidores, especialmente en productos importados como alimentos, medicamentos y tecnología, que durante meses se encarecieron por cuenta de una tasa de cambio desfavorable.

La Tasa Representativa del Mercado (TRM), que hoy se sitúa en $3.903,18, ha caído $333,45 en comparación con el mismo periodo del año pasado, cuando se ubicaba en $4.236,63. Solo en lo que va de septiembre, la TRM ha bajado $112,05, una señal que podría alimentar la esperanza de que la tendencia se mantenga. Pero los analistas son cautos: las monedas latinoamericanas son especialmente vulnerables a los giros de la Reserva Federal estadounidense, los precios del petróleo y las tensiones políticas internas.

Por ahora, el país respira. La caída del dólar abre un pequeño compás de alivio para la economía doméstica, especialmente para el ciudadano de a pie, cuyo bolsillo ha estado golpeado por la inflación, el desempleo y el alza en tasas de interés. Si esta tendencia se mantiene, el Producto Interno Bruto podría recibir un impulso, y sectores como el comercio, la industria y el turismo internacional encontrarán en este nuevo escenario una bocanada de oxígeno.

Sin embargo, conviene recordar que los mercados, como la política, rara vez permanecen quietos. Esta caída del dólar puede ser el eco de factores temporales más que un cambio estructural. Colombia aún depende de un delicado equilibrio externo y de la percepción de riesgo que genera su entorno político. Por eso, más que celebrar, es momento de leer con atención este movimiento de la moneda. Porque en economía, como en literatura, lo importante no es solo lo que se dice, sino lo que está a punto de suceder.

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