El pasado lunes festivo, el abogado y precandidato presidencial Abelardo de la Espriella dejó claro que su nombre ya no se limita a los titulares de polémica o a los debates encendidos en redes sociales. Con una puesta en escena digna de un concierto y el Movistar Arena a reventar, el barranquillero demostró que tiene lo necesario para mover multitudes: discurso, aliados, fervor patriótico y, desde luego, una chequera capaz de sostener el espectáculo. Sin embargo, la pregunta que se impone es si esa energía podrá traducirse en votos, estructura política y permanencia más allá del entusiasmo momentáneo.
La presentadora Eva Rey, quien ofició como maestra de ceremonias, lo resumió con una frase que se convirtió en tendencia: “Son 16.000 tigres”. El público, pintado con rayas naranjas y negras, coreaban las consignas de su líder bajo el lema de “defensores de la patria”. Jóvenes y pensionados, empresarios, pastores evangélicos, artistas y ex militares se mezclaron en un ambiente más cercano a un espectáculo de masas que a un mitin político tradicional. En paralelo, miles de espectadores siguieron la transmisión por redes sociales: 55.000 en X, 24.000 en YouTube y miles más entre Facebook y TikTok.
El evento fue una muestra de teatralidad y marketing político a gran escala. De la Espriella convirtió el escenario en un altar cívico-religioso donde el patriotismo, la fe y la crítica al gobierno se fundieron en un mismo guión. El abogado apeló a la emoción con una oratoria cargada de símbolos: “La de los tigres será una patria donde los ciudadanos confíen en el Estado y los bandidos sientan pánico”, proclamó, arrancando aplausos y cánticos. Su mensaje, centrado en la familia, la autoridad y la seguridad, se enmarca dentro de una narrativa que sus detractores califican como “populismo de derecha”.
La lista de invitados también fue una declaración política. Subieron al escenario figuras como Miguel Polo Polo, la exfiscal Viviane Morales, el exsenador Carlos Lucio y el analista argentino Agustín Laje, referente ideológico del movimiento conservador latinoamericano y cercano al presidente argentino Javier Milei. Desde Miami, la congresista republicana María Elvira Salazar envió un mensaje de respaldo, mientras que el eurodiputado Alvise Pérez hizo lo propio desde Europa. Fue, en suma, una vitrina de conexiones internacionales y de alianzas dentro del espectro más conservador.
Entre los asistentes se destacaron también sectores uribistas, activistas pro Fuerzas Militares y figuras que hasta hace poco respaldan a otros liderazgos de derecha. Un dirigente de ese sector, que prefirió no ser identificado, admitió que “muchos de los que hoy están con Abelardo antes defendían a Vicky Dávila”. La periodista, dijo, “se fue quedando sola” tras enfrentamientos con otros referentes como María Fernanda Cabal o Miguel Uribe. De la Espriella, en cambio, parece haber capitalizado la desbandada con una narrativa de unión y fuerza moral.
El acto tuvo, además, momentos de tono espiritual y motivacional. Pastores evangélicos, entre ellos Raúl Rubio y Miguel Arrázola, tomaron la palabra para invocar una “Colombia de valores y fe”. El conferencista Daniel Habif, figura reconocida del discurso inspiracional, cerró con una intervención en la que mezcló retórica religiosa y liderazgo personal. El excomandante del Ejército, Eduardo Zapateiro, completó el panel con un mensaje sobre disciplina y patriotismo, consolidando el vínculo entre el movimiento de De la Espriella y los sectores castrenses.
Más allá del fervor, el fenómeno del “tigre” abre una discusión sobre la estética del poder y la construcción de identidad política en la era de las redes sociales. De la Espriella, con su verbo encendido y su perfil mediático, encarna una nueva derecha que busca conectar emocionalmente con un electorado desencantado. Su estrategia mezcla espectáculo, fe, nacionalismo y mensajes simples que apelan al orden y la moral. El éxito de su convocatoria prueba que el discurso populista no es exclusivo de la izquierda, sino que también puede rugir desde el otro extremo ideológico.
El reto, sin embargo, apenas comienza. Llenar un estadio no garantiza votos, y sostener una maquinaria política exige algo más que entusiasmo digital. De la Espriella deberá demostrar si su movimiento puede trascender la imagen del “tigre” y convertirse en una estructura electoral sólida. Por ahora, su rugido resuena en Bogotá y en las redes, pero el verdadero examen será en las urnas, donde los aplausos se transforman –o no– en votos reales.












