A poco más de cuatro meses de la consulta interpartidista de marzo, la derecha y el centro-derecha colombianos se mueven con premura para construir un frente común capaz de enfrentar al petrismo en 2026. En medio de reuniones discretas, tensiones internas y sondeos cruzados, los sectores opositores buscan un punto de encuentro que les permita evitar la dispersión de votos y fortalecer una candidatura única que llegue con solidez a la primera vuelta. El reloj político avanza, y con él crece la urgencia por definir un liderazgo que logre amalgamar las múltiples vertientes del espectro conservador y liberal moderado.
Aunque hoy el panorama parece un tablero desordenado, con más de una docena de aspirantes declarados o en exploración, los analistas coinciden en que hacia finales de 2025 el abanico se reducirá a un grupo de seis o siete figuras con opciones reales. Esa depuración no solo será necesaria para clarificar la oferta política, sino también para canalizar los apoyos de la ciudadanía inconforme con el Gobierno de Gustavo Petro. En este contexto, la consulta de marzo se perfila como una cita crucial para medir fuerzas, definir liderazgos y, sobre todo, sellar una alianza que logre trascender las diferencias partidistas.
En el fondo, el reto de la derecha y el centro-derecha no se limita a escoger un nombre: se trata de reconstruir un proyecto político con narrativa y coherencia. La oposición, hoy dispersa entre personalismos y nostalgias de poder, busca recuperar la confianza de un electorado que se ha mostrado volátil, crítico y más inclinado al voto emocional que al partidista. Seguridad, justicia, empleo y austeridad estatal son las banderas que intentan tejer el hilo conductor de una alternativa que seduzca a los desencantados del progresismo, sin caer en los extremos del pasado reciente.
Dentro de ese rompecabezas, una de las piezas más visibles es el sector que orbita en torno al expresidente Álvaro Uribe Vélez, aún figura determinante en la derecha colombiana. Desde el Centro Democrático se promueve la idea de una gran coalición que incluya a Cambio Radical, sectores del Partido Liberal, el Conservador y figuras mediáticas como Abelardo de la Espriella, Juan Carlos Pinzón o Vicky Dávila. El uribismo busca retomar protagonismo, pero enfrenta el dilema de cómo renovarse sin romper con su base histórica, en un país donde el antiuribismo sigue siendo una fuerza política de peso.
A ese bloque también podrían sumarse exgobernadores que reivindican la descentralización y la gestión regional como eje de su propuesta, entre ellos Aníbal Gaviria, Juan Guillermo Zuluaga y Héctor Olimpo Espinosa. Su presencia daría un aire de tecnocracia territorial y experiencia administrativa a una alianza que, hasta ahora, se percibe más ideológica que programática. No obstante, la convergencia entre estos liderazgos locales y las estructuras tradicionales del uribismo sigue siendo incierta, en parte por las diferencias en estilo y visión de país.
En paralelo, y con un discurso más institucional que combativo, se consolida la alianza del centro-liberalismo encabezada por el exsenador David Luna, el líder del Nuevo Liberalismo Juan Manuel Galán y el exministro Mauricio Cárdenas. Este grupo, que apuesta por la moderación, pretende capturar el voto urbano y tecnocrático, así como el de quienes rechazan tanto al petrismo como a los sectores más radicales de la derecha. Su estrategia pasa por presentarse como una opción de sensatez y renovación, en un país cansado de la polarización y la política del odio.
Las conversaciones entre ambos polos –la derecha tradicional y el centro-liberalismo– avanzan con prudencia, pero las diferencias son notorias. Mientras unos insisten en que la consulta debe girar en torno a la defensa del modelo económico y la seguridad, los otros prefieren poner el énfasis en la educación, la innovación y la transparencia institucional. El desafío consiste en encontrar un punto medio que no diluya la identidad de cada bloque, pero que tampoco fracture el objetivo común: ofrecer una alternativa viable al continuismo del Pacto Histórico.
A medida que se acerca marzo, el tablero se irá despejando. Lo que está en juego no es solo la escogencia de un candidato único, sino la capacidad de la oposición para reinventarse y reconectarse con un país que demanda resultados, empatía y liderazgo real. Si la derecha y el centro logran superar sus egos y viejas rencillas, podrían construir una fuerza competitiva de cara a 2026. De lo contrario, la dispersión volverá a ser su peor enemigo y el petrismo, con todos sus desafíos internos, tendría el camino despejado para retener el poder.












