En medio de un país atravesado por tensiones sociales y políticas que no dan tregua, la voz de Jorge Mario Velásquez, presidente del Grupo Argos, resuena como un llamado a la sensatez y al liderazgo responsable. Al frente de uno de los conglomerados empresariales más importantes del país, con activos que superan los $52,5 billones y más de 42.000 accionistas pendientes de cada decisión, Velásquez no se limita a hablar en clave corporativa: también lanza una advertencia clara sobre el rol del poder político y su impacto en la cohesión social y el futuro económico de Colombia.
“El presidente de la República debe unir a la sociedad, no dividirla”, dijo sin ambages, con tono firme y mirada puesta más allá de los balances financieros. Sus palabras no son gratuitas ni oportunistas. Surgen en un contexto de creciente polarización alentada —según él— desde la propia cabeza del Estado. Una narrativa confrontativa que, para el líder empresarial, no solo afecta el clima de negocios, sino que erosiona los cimientos mismos de la institucionalidad y del diálogo que toda democracia necesita para sostenerse.
Velásquez, quien ha conducido al Grupo Argos a través de profundas transformaciones, considera que el empresariado no puede limitarse a defender sus intereses particulares. “Tenemos que ocuparnos de las necesidades que aquejan a todos los colombianos”, insistió. En su visión, la responsabilidad social no es una tarea marginal ni decorativa: es un deber estructural que debe permear cada decisión y cada inversión. De ahí su llamado a una economía más incluyente, donde las empresas sean agentes activos en la reducción de la desigualdad y no simples espectadores del deterioro social.
Este año no ha sido menor en retos para el holding de infraestructura. Tras años de participación estratégica en Grupo Sura, la decisión de separar esa inversión marcó un hito para la organización. Una redefinición del portafolio que no solo implica mover fichas dentro del tablero corporativo, sino replantear su visión de largo plazo. A esto se suma la preparación para un cambio de liderazgo en la presidencia de Argos, un relevo que deberá cuidar el legado de Velásquez sin perder de vista los vientos de cambio que soplan con fuerza sobre el mundo empresarial y político.
En sus palabras se percibe un equilibrio difícil: la crítica firme al discurso gubernamental sin caer en la trinchera partidista; el reconocimiento de las tensiones económicas sin perder la apuesta por el desarrollo; la defensa del sector privado sin renunciar a su corresponsabilidad social. Es esa voz templada, ajena a los extremos, la que reclama un espacio en medio de la creciente polarización nacional.
Para Velásquez, la solución no pasa sólo por decisiones técnicas o ajustes fiscales. Pasa, sobre todo, por recomponer el tejido social. “No podemos seguir alimentando un discurso que enfrenta a unos contra otros”, señaló, aludiendo a los mensajes que, desde el poder, caricaturizan al empresariado como enemigo. Frente a esa narrativa, él propone otra: la de un sector privado comprometido, autocrítico, pero también orgulloso de su aporte al país.
En tiempos de estridencia, las palabras de Velásquez tienen un peso distinto. No son las de un político ni las de un activista. Son las de un hombre que ha sabido construir, desde el mundo empresarial, una voz que reclama unidad, responsabilidad y liderazgo. Una voz que, en lugar de agitar banderas, tiende puentes. Y que, en este momento del país, bien haría en ser escuchada.