Medellín volverá a ver a B King, pero no como su público lo recuerda: con voz fuerte, presencia vibrante y versos que hablaban del barrio, de la calle y del ritmo que lo llevó a recorrer escenarios. Este miércoles, al mediodía, su cuerpo sin vida llegará desde Ciudad de México al aeropuerto José María Córdova, en Rionegro, para ser velado y sepultado en el cementerio Campos de Paz. Así se cierra, en medio del luto, una historia marcada por el talento y por una violencia que sigue extendiendo sus brazos más allá de las fronteras.
Bayron Sánchez Salazar, conocido artísticamente como B King, fue asesinado el pasado 16 de septiembre en Cocotitlán, Estado de México, junto a su colega DJ Regio Clown. Ambos artistas se encontraban en plena gira por tierras mexicanas, cumpliendo una agenda de presentaciones que los había llevado a ganarse un lugar entre los públicos del género urbano. Esa noche, tras presentarse en un club nocturno de Ciudad de México, desaparecieron sin dejar rastro. Veinticuatro horas después, sus cuerpos fueron encontrados abandonados en un paraje rural.
La noticia golpeó con fuerza tanto en Medellín como en la escena musical latinoamericana. B King era un exponente local que había logrado proyectarse en el exterior, sin grandes disqueras, pero con una autenticidad que lo conectaba con los jóvenes de los barrios populares. Su asesinato, aún sin responsables plenamente identificados, plantea una pregunta incómoda: ¿hasta qué punto la violencia ha permeado incluso los espacios del arte y la música?
La Fiscalía de Ciudad de México confirmó que los dos artistas fueron vistos por última vez abordando un vehículo que los llevó al Estado de México. Bertha Alcalde, fiscal general de esa ciudad, informó que las labores de búsqueda permitieron encontrar los cuerpos en el municipio de Cocotitlán, a unos 50 kilómetros de la capital mexicana. Las circunstancias de su muerte, sin embargo, siguen bajo investigación, mientras las familias esperan justicia y el gremio artístico guarda silencio ante lo que parece otro caso más en la larga lista de crímenes impunes contra artistas.
En Medellín, su ciudad natal, todo está dispuesto para recibirlo. Según fuentes cercanas a la familia, el cuerpo será llevado directamente a la funeraria del Campos de Paz, donde permanecerá en la sala 7 hasta la mañana del jueves. A las 5:00 p.m. comenzarán las honras fúnebres, en las que se espera la presencia de amigos, colegas, familiares y seguidores que han seguido su carrera y lamentan su trágico final.
No será un velorio cualquiera. Para muchos jóvenes artistas de Medellín, B King representaba la posibilidad de abrirse camino con autenticidad, sin renunciar a sus raíces. Era parte de una generación que encontró en la música no solo una forma de expresión, sino una salida posible a contextos de marginalidad. Su muerte, lejos de apagar su voz, deja en el aire una melodía inconclusa: la de una carrera que se truncó demasiado pronto, y que Medellín ahora recibe con dolor y memoria.
Así, entre abrazos contenidos, flores y canciones que alguna vez interpretó en vida, B King regresará a casa. No al escenario, sino al suelo que lo vio nacer. Medellín, que tantas veces fue inspiración en sus letras, lo despide ahora con la gravedad que amerita la pérdida de un artista, pero también con la responsabilidad de preguntarse cómo proteger a quienes, con sus voces, intentan contar la ciudad desde sus bordes.