El Mundial de 2026 será un antes y un después en la historia del fútbol. Por primera vez, 48 selecciones participarán en la máxima cita del deporte rey, en una edición que repartirá emociones entre Canadá, Estados Unidos y México. A menos de un año del pitazo inicial, y con las eliminatorias en marcha en casi todos los rincones del planeta, ya hay 19 equipos con el tiquete asegurado. La Fifa, que aprobó esta ambiciosa expansión en 2017, enfrenta ahora el reto de administrar un torneo de dimensiones nunca vistas.
El nuevo formato ha modificado radicalmente la distribución de cupos entre las seis confederaciones. Asia y África, históricamente relegadas, han sido las grandes beneficiadas. Asia, con 47 asociaciones nacionales bajo el ala de la Fifa, dispondrá de ocho cupos directos y uno más por repechaje. Y no ha desaprovechado la oportunidad: seis selecciones del continente ya están clasificadas, incluyendo a tradicionales como Japón, Corea del Sur e Irán, y otras que comienzan a escribir su historia, como Uzbekistán y Jordania.
En Sudamérica, el camino hacia Norteamérica 2026 ha sido menos sorpresivo. Con seis cupos directos más uno al repechaje, la Conmebol ya tiene a seis selecciones confirmadas. Si bien los nombres aún no se oficializan del todo, el poderío regional ha respondido. La Concacaf, por su parte, ya tiene a sus tres anfitriones clasificados automáticamente: México, Estados Unidos y Canadá. A ellos se sumarán tres más por la vía directa y dos con posibilidad de alcanzar el repechaje intercontinental, lo que podría llevar el número final de representantes del área a ocho.
África, con nueve cupos disponibles (siete directos y dos por repechaje), ya tiene a dos selecciones clasificadas. Oceanía, tradicionalmente con menos protagonismo, ya cuenta con un representante asegurado, aunque su confederación solo tendrá un cupo directo y otro por la vía del repechaje. El resto del planeta sigue en competencia, con decenas de selecciones aferradas a sus esperanzas y a la calculadora.
El repechaje intercontinental —ese último tren al Mundial— se disputa entre seis selecciones: una de cada confederación (exceptuando a Europa, que no participa en esta instancia) más una adicional de la confederación del país anfitrión, que en este caso es Concacaf. El formato será de eliminación directa, con los dos equipos mejor ubicados según el ranking FIFA esperando rival en una especie de semifinal anticipada. De allí saldrán los dos últimos cupos a la Copa del Mundo.
Este mecanismo, aunque complejo, busca mantener un mínimo de equidad entre las confederaciones, y al mismo tiempo ofrece una oportunidad de oro a equipos de zonas menos competitivas, como Asia u Oceanía. No obstante, también abre el debate sobre la calidad del torneo: ¿podrá sostenerse el nivel futbolístico con la inclusión de selecciones que antes no lograban pasar del umbral eliminatorio? La Fifa, por ahora, apuesta a la globalización total del espectáculo.
El próximo gran hito será el sorteo oficial del Mundial, programado para el 5 de diciembre. Allí, el planeta conocerá no sólo la conformación de los grupos, sino también el rostro del nuevo fútbol mundial, ese que pretende ser más incluyente, más plural, pero también más impredecible. El reloj sigue corriendo. Norteamérica se prepara para recibir el torneo más grande de todos los tiempos.