El laberinto de octubre: el nuevo pulso del petrismo por el poder

Por estos días, el petrismo atraviesa una de sus coyunturas más delicadas desde que llegó al poder en 2022. El reciente fallo del Consejo Nacional Electoral (CNE) sobre las reglas para la consulta interna del Pacto Histórico ha trastocado el ajedrez político del presidente Gustavo Petro. Lo que parecía una estrategia cuidadosamente diseñada para consolidar su movimiento con miras a 2026 ahora enfrenta un dilema de tiempos, formas y alianzas. Con el reloj corriendo en contra, el oficialismo tiene hasta el viernes para decidir si insiste en una consulta interna cerrada, apuesta por una interpartidista o, incluso, deja que algunos precandidatos midan fuerzas en las elecciones de marzo.

Desde hace más de un año, Petro ha venido tejiendo, paso a paso, la arquitectura política que lo ayude a prolongar su proyecto más allá de su mandato. Mientras la oposición se configura lentamente, el mandatario ha concentrado su atención en las elecciones legislativas de marzo de 2026, convencido —como lo repite Roy Barreras en cada encuentro estratégico— de que una bancada sólida en el Congreso es la antesala de una victoria presidencial. La escena clave tuvo lugar en París, en julio de 2024, cuando en una cena privada con Barreras y Alfonso Prada, embajador en Francia, se empezaron a delinear los primeros trazos del plan.

En esa conversación, Barreras fue claro: el éxito electoral del Pacto Histórico en 2022 no fue casualidad, sino el resultado de una estructura sólida, con listas cerradas y una identidad política unificada. Para reeditar esa fórmula, se requiere más que un buen candidato presidencial: hace falta una maquinaria territorial funcionando a toda marcha y una narrativa que entusiasme a las bases. Por eso, la consulta de octubre no es un simple trámite electoral; es el corazón mismo de la apuesta del petrismo para mantenerse vivo como fuerza política de largo aliento.

Petro, en su estilo, no ha dejado de mover los hilos. En febrero de 2025 llamó personalmente a Carlos Caicedo, exgobernador del Magdalena, para hablar sobre el Ministerio de Igualdad. Sin embargo, gran parte de esa conversación se centró en la consulta del Pacto Histórico. El presidente detalló su idea: una elección simultánea en octubre donde no solo se escoja al candidato presidencial del movimiento, sino que también se definan las listas al Senado y la Cámara. Un experimento inédito, en el que las urnas decidirán no sólo quién representará al petrismo en 2026, sino en qué orden se integran las listas cerradas del Congreso.

La propuesta ha sido calificada como “genial” por algunos asesores políticos, pues busca capitalizar la energía de las bases en un momento clave del calendario electoral. A diferencia de la fracasada consulta de octubre de 2018 entre Humberto de la Calle y Juan Fernando Cristo —un intento frío y desangelado—, esta vez el ambiente es otro. El Pacto Histórico quiere llenar las urnas con decenas de miles de votos para legitimar sus listas, consolidar liderazgos locales y, de paso, tomar la delantera en el tablero nacional.

El éxito de esta estrategia, sin embargo, depende de una variable que no controlan del todo: la participación. Mientras más candidatos al Congreso se inscriban, mayor será la capacidad de movilización territorial. Por eso, las cuentas en el petrismo son ambiciosas. Solo el Polo Democrático ya ha propuesto 218 nombres para las listas, en un intento por garantizar que en cada municipio haya alguien que lleve votantes a las urnas. La maquinaria, en este caso, no es un demonio a exorcizarse, sino una herramienta indispensable para sobrevivir.

Pero el fallo del CNE llegó como una piedra en el zapato. Aunque no elimina la consulta, sí complica su implementación: exige reglas claras, veeduría institucional y tiempos ajustados. La incertidumbre sobre si se logrará realizar la consulta bajo las condiciones propuestas ha abierto fisuras internas. Algunos sectores ya consideran más prudente ir directamente a las elecciones de marzo, mientras otros insisten en que octubre es la última oportunidad para blindar el proyecto colectivo.

Lo cierto es que el Pacto Histórico, y por extensión el petrismo, está ante una encrucijada. Cualquier decisión que se tome esta semana puede alterar profundamente el panorama de 2026. Petro lo sabe. Su apuesta, como siempre, es audaz, pero el terreno está lleno de obstáculos. De lo que pase en octubre dependerá no sólo la conformación del Congreso, sino el margen de maniobra con el que el progresismo colombiano llegará a la próxima contienda presidencial. Octubre dejó de ser una fecha más en el calendario. Se convirtió en el centro de gravedad de una estrategia que podría redefinir el futuro político del país.

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