La noticia cayó como una sentencia fulminante desde la sede de la Dimayor: Atlético Nacional perdía oficialmente 3-0 frente a Bucaramanga, y además debía pagar una multa cercana a los 28 millones de pesos. No fue por un mal pase, ni por un penal errado. Fue por un detalle administrativo —pero letal—: la presencia simultánea de cuatro jugadores extranjeros en el campo, una violación clara al reglamento del fútbol profesional colombiano. Un descuido, un olvido, o quizá un acto de soberbia mal calculada.
El partido, jugado en el Estadio Alfonso López, había terminado 1-0 a favor de Nacional. Sin embargo, desde la rueda de prensa posterior, el técnico local Leonel Álvarez encendió las alarmas. Con su estilo directo y su olfato curtido en mil batallas, señaló lo evidente: Nacional había alineado a cuatro extranjeros al tiempo, cuando el reglamento solo permite tres. No se trataba de una percepción, sino de un dato duro. Bucaramanga anunció que presentaría la queja ante la Dimayor, y lo cumplió.
La Comisión de Disciplina no titubeó. En la resolución 093, emitida el 16 de septiembre de 2025, dejó claro que el reglamento es la ley. Citando el artículo 34 del Código Disciplinario Único de la Federación Colombiana de Fútbol, el fallo fue contundente: se sancionaba a Atlético Nacional con derrota por retirada o renuncia, marcador 0-3, y una multa de $28.470.000. La infracción se sustentó en el literal g) del artículo 83, que prohíbe la alineación simultánea de más de tres extranjeros por equipo en los torneos nacionales.
En la tribuna del debate público, la sanción ha dividido opiniones. Algunos creen que se trata de una decisión justa, un necesario recordatorio de que incluso los equipos grandes deben someterse a las reglas del juego. Otros, en cambio, cuestionan la severidad del castigo, argumentando que el resultado se definió en la cancha y que el error, aunque evidente, no fue malintencionado. Pero lo cierto es que la norma es clara, y los reglamentos no distinguen entre gigantes y modestos.
Este episodio deja a Nacional no solo con una derrota técnica en su historial, sino también con una mancha que pesa más que cualquier resultado. Para un club que ha construido su grandeza sobre la disciplina táctica y la gestión deportiva, el error administrativo resulta doblemente costoso. No es común ver a un equipo de su calibre caer por fuera de la cancha, y menos aún por una omisión que muchos califican de básica. La hinchada, fiel pero exigente, ya pide explicaciones.
Bucaramanga, por su parte, no solo celebra los tres puntos sino que refuerza su identidad de equipo combativo, capaz de reclamar lo que le pertenece con argumentos y temple. El técnico Álvarez, acostumbrado a remar contracorriente, ahora aparece como un símbolo de vigilancia sobre el cumplimiento de las normas en una liga donde muchas veces la forma se sacrifica por el espectáculo. Esta victoria, más allá del marcador, es también un mensaje.
En el telón de fondo, la Dimayor deja una señal clara: en el fútbol colombiano hay reglas, y se aplican. Aunque el balón ruede con pasión en las canchas, los partidos también se juegan en los escritorios. Y en esta ocasión, Nacional perdió el suyo por una jugada fuera del reglamento, un error que —más que goles— costó reputación.