En una nueva vuelta de tuerca al escándalo de corrupción que sacude a la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), el nombre de Carlos Ramón González, exdirector del Departamento Administrativo de la Presidencia (Dapre) y de la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI), vuelve a estar en el ojo del huracán. Esta vez, no solo por su imputación por delitos graves como cohecho, lavado de activos y peculado por apropiación, sino por la revelación de que obtuvo residencia en Nicaragua el mismo día de su acusación formal ante la justicia colombiana. La coincidencia, al menos en el plano público, ha despertado suspicacias difíciles de ignorar.
La noticia fue revelada por Noticias RCN, que accedió a una serie de documentos oficiales que confirman que el 21 de mayo de 2025 —la misma jornada en la que González fue imputado por la Fiscalía— la Embajada de Colombia en Nicaragua gestiona su solicitud de residencia en ese país. Los papeles muestran no solo un trámite expedito, sino la renovación de un estatus migratorio que habría sido concedido inicialmente en diciembre de 2024. De acuerdo con la correspondencia diplomática, González permanecía en territorio nicaragüense desde el 5 de noviembre del mismo año, sin salir del país desde entonces.
El presidente Gustavo Petro reaccionó escuetamente a la controversia con un mensaje publicado en su cuenta de X (antes Twitter): “El gobierno colombiano no ha solicitado a ningún país algún tipo de privilegio para Carlos Ramón González”. Una afirmación que, aunque contundente, no despeja por completo las dudas en torno a la participación —o al menos el conocimiento— de funcionarios diplomáticos o administrativos de alto nivel sobre las gestiones adelantadas desde la sede diplomática en Managua.
Laura Sarabia, exsecretaria de la Presidencia y excanciller, también respondió tras ser aludida. En un mensaje en redes sociales y luego en declaraciones recogidas por El Colombiano, Sarabia aseguró no haber estado enterada de la gestión de residencia: “No participé ni recibí información alguna sobre trámites de residencia por parte de la Embajada en Nicaragua, circunstancia que se encuentra debidamente registrada en la trazabilidad de la entidad”. A renglón seguido, responsabilizó del asunto al embajador encargado en ese momento, Óscar Muñoz Giraldo, a quien describió como el coordinador de la Unidad de Trabajo Legislativo del entonces embajador León Fredy Muñoz.
La correspondencia diplomática filtrada da cuenta de una relación más estrecha de lo que se quiere admitir. En una de las misivas, la Embajada de Colombia en Managua expresa: “Con ocasión de solicitar la renovación de residencia… conforme a lo dialogado en pasadas reuniones en relación al estatus de residente del señor Carlos Ramón González…”. Esta comunicación deja entrever que las gestiones no solo eran conocidas por funcionarios de la sede diplomática, sino que habían sido discutidas previamente en encuentros formales con autoridades nicaragüenses.
Más allá de las negativas presidenciales y ministeriales, la cronología de los hechos plantea preguntas inquietantes. ¿Cómo explicar que una solicitud de residencia —con los requisitos y validaciones que implica— haya coincidido exactamente con el día de la imputación? ¿Por qué el Gobierno no ha dado explicaciones más detalladas sobre la actuación de su representación diplomática en Managua? Y sobre todo, ¿cuál es el verdadero papel de Carlos Ramón González dentro de la intrincada trama de corrupción que ha puesto contra las cuerdas a la UNGRD?
Mientras la opinión pública exige respuestas y los organismos de control investigan el caso, el episodio deja en evidencia una cadena de responsabilidades difusas, silencios estratégicos y una gestión diplomática que, por acción u omisión, terminó beneficiando a un alto exfuncionario en problemas con la justicia. En este juego de espejos, donde cada declaración parece contradecir la anterior, el Gobierno enfrenta no solo una crisis de credibilidad, sino un delicado dilema ético sobre el uso del poder estatal en favor de intereses particulares.